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Transformar la política desde la participación ciudadana

En un mundo cada vez más complejo y dinámico, la política debería ser el escenario propicio para la toma de decisiones ante los principales problemas que afectan directamente a las sociedades.


Sin embargo, la percepción popular generalizada es que esta actividad, inherente a los seres humanos (como planteaba Aristóteles) ha perdido su brújula ética y se ha visto envuelta en un impenetrable círculo de corrupción y deshonestidad.

Es en este contexto que surge el anhelo colectivo por una nueva forma de ejercer la política basada en principios éticos, de transparencia y con el genuino interés por el bienestar de la sociedad, pero, ¿Cómo podemos alcanzar esta utopía política? La respuesta yace en la participación ciudadana.

Es comprensible que la desconfianza social hacia los políticos y las instituciones políticas esté en aumento. Escándalos de corrupción, promesas incumplidas y una aparente falta de responsabilidad y desinterés ante las necesidades de la ciudadanía han erosionado la fe en la democracia. A pesar de lo anterior, se abriga aún la esperanza que a través de una ciudadanía participativa y comprometida se puedan generar cambios significativos.

La participación ciudadana es el pilar fundamental para alcanzar una buena política. Desde el ejercicio del voto hasta la cooperación activa en organizaciones de la sociedad civil, cada acción cuenta en el camino hacia un modelo de gobernabilidad más justo y equitativo, pero a la vez requiere un compromiso constante con el proceso político, la búsqueda de información imparcial y la lucha por los derechos ciudadanos.

Esta transformación hacia una sociedad deliberativa y beligerante se fortalece con una educación política sólida. Conocer cómo funciona el sistema político, los derechos y deberes ciudadanos y las distintas corrientes ideológicas nos empodera para tomar decisiones informadas y responsables, la formación política ayuda a discernir entre las promesas vacías y las propuestas realistas, permitiendo elegir a líderes comprometidos con el bien común.

Otro elemento vital es fortalecer la cultura cívica en las sociedades y esto implica el respeto por las normas legales, la participación sin restricciones en el debate público y el reconocimiento de la importancia del bienestar social entendiendo que la política basada en la confrontación y la polarización solo nos lleva a un estancamiento sumamente perjudicial.

Para lograr la tan ansiada buena política, es necesario que los liderazgos nacionales desde sus diferentes espacios, asuman un compromiso auténtico con la transparencia y la rendición de cuentas y sobre todo, no perder de vista que la responsabilidad de representar a la ciudadanía es un mandato sagrado que no debe subestimarse.  

En resumen, la buena política no es una utopía inalcanzable, por el contrario, es un anhelo posible de materializar mediante la contribución y la reflexión social que nos invita a ser parte de un cambio transformacional fundamentado en valores como la ética, la transparencia y el bienestar de la sociedad.   

La anterior es una reflexión basada en mi reciente libro “El Lado Oscuro de la Política”.


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