Creo que uno de los dones maravillosos con que Dios bendijo a los seres humanos es la sonrisa. Y al pensar en ello no pude evitar preguntarme ¿Qué es la sonrisa?, pues es un gesto leve y discreto, es una tenue emoción, es un suspiro alegre, una caricia del alma, un silencioso regalo de aprobación, compañía y complicidad.
Sonreír requiere tan poco esfuerzo, que algunas veces lo hacemos sin darnos siquiera cuenta, pero esa diminuta curvatura de los labios, ese brillo en los ojos, esa suavidad que impone en el rostro, tiene el poder de salvarnos de los más profundos abismos de desesperanza o temor.
Sonreír, haciéndolo con sinceridad es un acto de amor, de misericordia y de esperanza, y en tiempos como estos que vivimos, en medio de la pandemia, del luto, de la desesperanza, compartir una sonrisa, puede ser hasta heroico, si te parece que exagero, trataré de demostrar que no es así, presentándote pruebas de ese poder maravilloso.
Comenzaré hablando del poder que conocen los padres de un bebe, los abuelos, los tíos, cuando ese pequeño, que aún no es capaz de pronunciar una palabra, si puede sonreír, algunos escépticos dirán que son movimientos reflejos, pero yo estoy segura que no es así, que en todo caso ¡Dios les está entrenando para manifestar ternura y amor! Y Valla que esa ternura derrite a todo aquel que está alrededor.
Qué decir de la sonrisa de una enfermera, un doctor u otro trabajador de la salud, que con milagrosa vocación, puede detenerse unos minutos, en medio del frenético ritmo de su trabajo, para ver a un paciente, tomar su mano y con una sonrisa decir, “todo estará bien”.
Cuánta esperanza, cuánta fuerza, cuánta paz, puede llevar consigo esa sonrisa, que a algunos les impulsa a sanar y que a otros le da el consuelo en su momento final de despedida.
Qué decir de la maravillosa y formativa experiencia de quien sabe que se ha equivocado, que ha fallado y merece un castigo y que en el momento cuando la tormenta parecía inevitable, recibe en cambio, la sonrisa amorosa y misericordiosa de un padre o una madre, que, con ese gesto, concede perdón, comprensión y aceptación.
Y cuántos enamorados temerosos e inseguros se vieron alentados por una sonrisa a dar el paso valiente de declarar sus sentimientos. Y quién no ha contemplado la sonrisa, con que el novio espera a su amada en el altar, esa sonrisa correspondida por quien camina en el pasillo, con un hermoso vestido y una promesa de amor.
Hay tantas y tantas sonrisas maravillosas, la que comparten dos amigas cómplices, la que regalan los abuelos a sus nietos, las de los maestros de pre-escolar a sus pequeños alumnos al ver sus dibujos, la del mentor que orgulloso ve a su pupilo superar en la empresa o en las ciencias, la del pastor que consuela una oveja herida, sentándose en silencio a su lado.
Con todo esto que escribo, te quiero invitar a sonreír, te llenará de energía, te liberará de cargas, te mejorará el ánimo, te aclara las ideas y sin duda te ayudará a resolver problemas, mejorará tus relaciones en familia y en el trabajo. Y si el pesimismo que envuelve el ambiente te hace cuestionar, ¿por qué sonreír en medio de tanto caos, tragedia y corrupción? Yo te respondo: ¿y por qué no?
sonríe al decir hola, sonríe al atender un cliente, sonríele a tu pareja, a tus hijos a tus padres, sonríe al profesor en la pantalla, sonríele al vecino, aunque sea un poco gruñón, sonríe a tu compañero de trabajo, sonríe al aprendiz temeroso, sonríe con las memorias nostálgicas de quien ya no está, sonríe al contemplar los sueños que vas a alcanzar.
Pronto descubrirás que sonreír es contagioso, y si todos sonreímos, seremos mejores personas y construiremos una mejor sociedad.