Verlo pintar es ver el disfrute de la creación artística. El maestro nos ofrece su Arte (así, en mayúscula) para que transitemos por él.

Desde un punto de vista estético-técnico y desde la perspectiva del impacto social que conlleva su propuesta de muralismo efímero, el trabajo artístico de este Maestro del Arte hondureño es invaluable.

El estilo característico del maestro salgado denota, primero, una formación académica altamente cultivada y, junto con ella, un dominio único y personalizado del trazo.

Su trabajo artístico ha abierto caminos para toda una nueva generación de muralistas (dentro de la que me incluyo), quienes reconocemos con el mayor respeto su exquisito manejo de la figura, la composición artística muy propia de su obra y su incansable pasión por expresar en las paredes hondureñas los latidos de nuestra identidad nacional.

El maestro ha plasmado su obra en diversos espacios públicos de todo el país. Foto: Darwin Mendoza.

Muchos espacios públicos y privados le han servido de lienzo, incluyendo la Universidad Nacional Autónoma de Honduras o el icónico parque Manuel Bonilla del barrio la Leona; un lugar que ama y del que es hijo pródigo.

Actualmente, y desde hace unos, años Salgado se ha apropiado artísticamente de un lienzo muy especial: la calle peatonal y la plaza central Francisco Morazán, de Tegucigalpa. Al insigne prócer le ha dedicado muchas de sus obras, pues se considera un morazanista de corazón.

Sus maravillosas pinturas efímeras —realizadas en el suelo de estos espacios—, son más que simples obras de arte expuestas para ser contempladas, pues el hecho de verlo realizarlas es un espectáculo en sí mismo. Es un deleite ver con qué seguridad lanza sus líneas y con qué habilidad mezcla colores que aplica con cadencia y expresividad previamente visualizadas en su mente.

Es uno de los privilegios de los que el maestro nos permite participar, y es fácil observar que a él también le satisface nuestra compañía, puesto que su carácter humilde y dadivosos se deleita con la acción de compartir —con todo aquel que se detenga a observar cómo la obra va adquiriendo forma— el placer que le provoca pintar.

Su impecable dominio de la técnica, su talento y su entrega al oficio, hacen de él un artista total. Foto: Darwin Mendoza.

Otro gran presente que nos ofrece es que, después de firmar la obra recién hecha, la entrega al pueblo (a la gente), invitándonos y permitiéndonos recorrerla no solo con la mirada, sino con nuestros propios pasos (literalmente); cuál si fuera una alfombra para los hondureños modestos.

Agradezco con aplausos y con un abrazo del alma, no solo su talento artístico de gran elevación, sino también el alto esfuerzo y desgaste físico que deja en cada creación.

Pensándolo desde la práctica ancestral del tapiz y el tapete, el maestro Salgado eleva a obra de arte contemporáneo el trabajo artesanal ligado a esta tradición.

Transforma una simple calle en bellas alfombras que, en un acto de amor, ofrece a transeúntes y caminantes de nuestra plaza central.

Nelson Salgado es uno de los artistas más ilustres con los que cuenta Honduras, y es uno de los maestros de la plástica que ya dejó su huella en la historia del arte hondureño.

Por desgracia, como otros artistas, fue afectado fuertemente por la pandemia, y como único recurso de supervivencia vende sus cuadros. Para contactar directamente con él puedes comunicarte a este número: (+504) 8790-7083.