La vida es un hilo cruzado, templado
y desgarrado que atraviesa el ojo de
la aguja que va remendando días…

Esos días que el reloj le arranca las
horas, segundo por segundo…

Pensando eso estaba en la fila
del supermercado, con mi carreta
de cereales que compro solo para
coleccionar las figuras que vienen dentro
-como si viniera una-
pero me hago la idea que viene el futbolista
de plástico que aparecía en 1978,
para colección de aquel mundial argentino.

Desde otra fila, impuesta por la distancia social,
una sombra me saluda con la mano.
Era ella, a dos metros
-cómo debe ser la ley marcial-
que me decía: -No te abrazo, porque
ya sabes las cosas como están-
y asumí que sonreía detrás de su mascarilla.
Se marchó y de lejos volteaba a ver.

Maldecí la epidemia, el espanto,
la angustia que vence toda ilusión
de volver abrazar los amores que
ya no recordamos.

La vida es un hilo desgarrado…
pensaba en la fila
del supermercado.