La misa, celebrada por el Sumo Pontífice, tuvo lugar en el estadio Velódromo de Marsella, en el sur de Francia, ante unas 50 mil personas y a la que asistió el presidente francés, Emmanuele Macron, en el último acto de su visita de poco más de 24 horas a esta ciudad.

En su recorrido por la multitud, el Papa Francisco se movilizó en el papamóvil y saludó a los asistentes que llenaron el recinto para saludarlo y en las orillas de la avenida que llevaba al lugar de la misa estuvieron cerca de 100 mil personas.

Papa Francisco en su carro mientras saludaba a los presentes.

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Un dato curioso es que, al evento religioso, celebrado en el estadio del equipo de fútbol del Olympique de Marsella, asistió Macron, lo que le valió algunas críticas y la presidencia tuvo que precisar que "no se violaban los principios de laicidad de la República".

Esto se dio en un momento en el que el gobierno acaba de prohibir las abayas (túnica larga) en las escuelas públicas por tratarse de un signo religioso que identifica a las mujeres musulmanas.

Laicidad y homilía

Enfatizaron que la defensa de la laicidad "no excluye que la República tenga relaciones con todos los cultos, incluido el culto católico", respondieron desde el Elíseo, antes de recalcar que Macron “asiste a la misa, pero no participa como creyente o al nivel religioso, no es para nada la misma cosa que ir a comulgar, por ejemplo”.

Además, recordaron que el mandatario ya ha acudido a otras misas en el pasado, como la del funeral del expresidente Jacques Chirac en 2019, así como a sinagogas y a actos por el ramadán.

En 1980, a la misa celebrada por Juan Pablo II en la explanada de Notre Dame en París, asistió el entonces presidente francés, Valéry Giscard d’Estaing.

El papa Francisco y el Macron. Foto:

Durante su homilía, el Papa advirtió del peligro de "una vida tranquila, que se blinda en la indiferencia y se vuelve impermeable, que se endurece, insensible a todo y a todo".

Además, citó el 'trágico descarte de la vida humana', que hoy es rechazada en tantas personas que emigran, así como en tantos niños no nacidos y en tantos ancianos abandonados.

Por ello, se refirió 'a la sociedad europea' y les señaló el riesgo de enfermarse del "cinismo, el desencanto, la resignación, la incertidumbre y un sentido general de tristeza".

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