En una amplia cadena nacional de radio y televisión la encargada de la estrategia de comunicaciones de la administración Hernández, quien dicho sea de paso, también ostenta el sombrero de Secretaria de Estado en la recién creada Secretaría de Transparencia, presentó un informe a la nación en el que hace referencia a “sustanciales logros” en la compra de insumos y equipos para tratamiento y manejo de la pandemia covid-19.

Olvidando mencionar los continuos escándalos por desaciertos e ilícitos cometidos en perjuicio de la salud de la población, los hospitales móviles (que no sirvieron) la compra de mascarillas inadecuadas, los ventiladores sobrevalorados o la falta de pago al personal de primera línea entre otros.

Más reciente aún, autoridades del Banco Central de Honduras anunciaron con bombos y platillos que a pesar de la pandemia, el confinamiento y los fenómenos naturales de Eta y Iota, en el 2021 el país alcanzará cifra récord en materia de crecimiento económico, casi 6% impulsado por la reactivación del sector manufacturero, la intermediación financiera, el comercio y el turismo.

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Días antes y a las puertas de un proceso electoral en donde la campaña política se ha concentrado en gran medida en la ineficiencia administrativa y el alto grado de corrupción pública que impera en el país, el mandatario hondureño hizo en Estados Unidos el lanzamiento de un libro titulado “Juntos hicimos historia” refiriendo en este los alcances de sus ocho años de mandato con especial énfasis en áreas como salud, economía, seguridad y educación.

A manera de reacción, expertos y analistas no han dudado en llenar los medios de comunicación y las redes sociales advirtiendo que este tipo de comparecencias están marcadas por extensos y demagógicos discursos con el fin de presumir de logros significativos que solo existen en documentos, pero que no se ven reflejados en la realidad, estos son los llamados “gobiernos de papel”.

Es lamentable que al cierre de su mandato el gobierno busque fundamentar su gestión en campañas y estrategias de comunicación e información mas que en hechos visibles, sin embargo, no se puede desconocer que la evaluación ciudadana es de reprobación para un gobierno cuyos funcionarios han sido débiles en cuanto a rendimiento,  instituciones con muy bajos niveles de ejecución presupuestaria y que carecen de personalidad y proyección institucional, un gobierno en el que todo gira en torno a la figura presidencial y a los lineamientos de las campañas mediáticas pre establecidas.

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El caso de Honduras es bien particular, por ejemplo, uno de los temas que el gobernante plantea como logro relevante es el relativo a seguridad y violencia que en la realidad social se ve de manera diferente, el país no ha tenido frutos significativos y aunque se presume un leve descenso en el porcentaje de muertes violentas por cada 100 mil habitantes, se pasa por alto la debilidad de la institucionalidad policial y que las estadísticas de muertes múltiples son alarmantes y de seguir con este ritmo, mas temprano que tarde volveremos a los niveles de diez años atrás.

En el plano económico por su parte, si bien el país viene creciendo de manera regular (no más allá del 3.5%), este no se visualiza a nivel interno, en Honduras no existen programas sociales de generación de empleo, no se cuenta con estrategias adecuadas para fomentar el desarrollo social y humano, no hay incentivos para apoyar la pequeña y mediana empresa, la economía informal sigue en crecimiento por subsistencia ante la incapacidad gubernamental de formalizarla, en síntesis, la mejora económica y la reducción de la pobreza existe solo en papel.

Finalmente, en el plano educativo (del que hemos escrito análisis extensos), este y anteriores gobiernos no tienen mayores alcances de los cuales presumir, el impacto de las anunciadas reformas y programas para promover la calidad educativa están solo en documentos, pero la realidad del sector es visible, un sistema en constante deterioro y permanente crisis.

Honduras no escapa a la actualidad latinoamericana impregnada por una preocupante ola de gobiernos fallidos, populistas algunos y capitalistas otros, acostumbrados a promover y resaltar aquello que solo existe a nivel documentos pero que no incide en el bienestar económico y social de la población, es la nueva ola de los “gobiernos de papel”.

Aldo Romero/Periodista y Catedrático Universitario.

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