El mundo está viviendo una de su época más dura desde la crisis financiera de 2008 donde la economía mundial se vio fuertemente golpeada. Hoy, catorce años después de la crisis de 2008, la economía mundial parece estar en iguales o peores condiciones.

El conflicto ruso-ucraniano, en un momento donde parecía que el mundo se estaba encaminando hacia la recuperación económica esta dejando fuertes daños económicos que se centran en reducción del crecimiento económico de los países y la amplificación de la inflación.

En tal sentido, se prevé que el crecimiento económico mundial no supere el 3.6% para finales de 2022 y la inflación en economías emergentes y en desarrollo -como la hondureña- no sea inferior al 8.7%.

En nuestras honduras, esta realidad no se hizo esperar, la inflación alimentada por los precios de los combustibles y los alimentos se situó para el pasado mes de abril en 8.35% -la más alta en 15 años-, afectando especialmente a los segmentos más vulnerables de la población y aunque el Banco Central de Honduras consideré que el crecimiento económico para finales de año se encuentre entre 3.5 y 4.5%, lo cierto es que podría ser igual o inferior a 3% producto de los incrementos en los costos de los fletes, la interrupción de la las cadenas logísticas internacionales y la falta de mano de obra en economías más avanzadas, lo que agudizaría la crisis social y económico que vivimos los hondureños.

Estos problemas en un país donde los hogares han visto reducido sus ingresos promedios en 15% producto de los efectos económicos de la COVID-19 y las tormentas Eta e Iota, donde la pobreza ha alcanzado al 77% de la población convirtiéndose en el problema social más importante en 20 años y donde, a pesar de que existe un bono demográfico (la mayor población del país son jóvenes), solo la mitad de los jóvenes entre 15 y 29 años se encuentran empleados; estos incrementos sostenidos en los precios de los bienes y servicios asociado con bajos niveles de crecimiento económico solo encaminaran al país a un abismo social.

Por tanto, nuestras autoridades y en especial, las autoridades del gabinete económico deben entender que para los próximos dos años -al menos-, la prioridad uno, dos y tres debe ser LA ECONOMÍA, LA ECONOMÍA Y LA ECONOMÍA; que las soluciones y las políticas públicas para atender los  problemas económicos más importantes del país deben estar fuera de lo habitual porque las circunstancias actuales nunca antes se han vivido; y que, no tomar las decisiones más apropiadas y lo más pronto posible, tendrá repercusiones importantes para la próxima década. Hoy la economía debe ser la principal agenda del gobierno.

Además: Más no es sinónimo de mejor