Cierto que era un partido amistoso, es verdad que no se sintió exigido, pero el Barcelona ofreció en el Trofeo Joan Gamper y ante el Pumas de México en la presentación ante su afición, un vistoso ejercicio, en el que pareció recuperar la memoria de aquel fútbol que no hace tanto encandilaba.
Sirvió el Gamper para presentar en sociedad a Robert Lewandowski, que fue de los más destacados, con un gol, dos asistencias y una sensación de que está a otro nivel; y al resto de fichajes (Raphinha, Kounde, Kessie), salvo Christensen, con una leve lesión.
A un toque, como máximo a dos. Extremos abiertos, una delantera de lujo. Entradas de interiores desde segunda línea. Presión, calidad y puntería. Había vuelto el vértigo.
Todo eso es lo que ofreció el Barcelona desde el minuto uno, un equipo que ha recuperado su memoria histórica, que vuelve a levantar la mano advirtiendo al mundo del fútbol que quiere volver.
Puso Xavi Hernández a dos de los cinco fichajes de inicio, a Lewandowski y a Raphinha. Dembélé, el díscolo francés fue el tercer delantero. Un juego eléctrico de los dos extremos y el fútbol de claqué de Lewandowski.
El polaco entiende el fútbol al primer toque, sabe jugar de espaldas a portería, tiene un sexto sentido para el pase y un instinto matador en el área. ¿33 años? Nadie lo diría.
Lewandowski tardó dos minutos y 36 segundos en anotar su primer gol como azulgrana en el Spotify Camp Nou.
Aprovechó un pase en profundidad de Pedri, controló con la izquierda, y remató con la derecha a medio metro de la línea de fondo. El balón dibujó una trayectoria imposible. El nueve del Barça se fue hacia el córner y el público enloqueció.