Las mil y una noches transcurren en oriente. En oriente vivió Lionel Messi su partido número 1,001 y, como en los cuentos medievales, voló en la alfombra de su magia para elevar todavía más su leyenda y conducir a Argentina hasta semifinales del Mundial de Qatar 2022.
No fue un camino entre rosas. Fue una agónica aventura que comenzó bien, encaminada por el de Rosario, pero que obligó a Argentina a pelear hasta el final, hasta una agónica tanda de penaltis para que la noche mil y dos de su líder también tenga lugar en oriente.
Fue el epílogo a la agonía, el final de un cuento que acabó bien pero que mantuvo la intriga hasta el final, hasta el último suspiro.
El genio de la lámpara, el que aparece para iluminar la noche oscura, cuando la penumbra esconde las salidas, había encontrado el resquicio por el que conectar con Nahuel Molina para abrir la cueva de Alí Babá que conduce a todos los tesoros.
Y sin bajar de su alfombra voladora, por la que surcó los cielos del desierto, anotó de penalti el segundo tanto para redondear la fiesta que canta a su gloria Sherezade.
Fue su décimo gol en un Mundial, con lo que igualó en la cima de los artilleros argentinos con Gabriel Batistuta.
Lo hizo el mismo día en el que se enfundó en su brazo el brazalete de capitán por decimoséptima vez, superando a Diego Maradona.
Y consiguió su triunfo 16 en un Mundial, con lo que se quedó a uno del récord que ostenta el alemán Miroslav Klose, que también es el máximo anotador en esa competición con 16 dianas. Ese queda pendiente para la semifinal contra Croacia.