La Roma llegaba a Alemania con la ventaja que les concedió en la ida el gol del joven Edoardo Bove, y resistieron la presión de los pupilos del técnico vasco mostrándose sin fisuras en la faceta defensiva, con una zaga de cinco, reforzada con el centrocampista destructor serbio Nemanja Matic.

La salida por lesión al final del primer tiempo de Leonardo Spinazzola, reemplazado por Nicola Zalewski, no perturbó la muralla defensiva romana.

El contraste en el juego se hizo visible en la banda de los banquillos, con un Mourinho tranquilo y sobrio, contrastando con la efervescencia de su antiguo pupilo en el Real Madrid, Xabi Alonso, quien no cesó de gesticular.

A sus 60 años, Mourinho disputará el 31 de mayo su séptima final europea, más las tres finales de Supercopa de Europa perdidas.

Es cierto que no tendrá el prestigio de sus títulos en Champions League con el Porto en 2004 y el Inter de Milán en 2010 (más una final perdida con el Chelsea en 2008), pero en caso de ganar podría dar a su equipo un boleto para disputar la próxima Champions.

Hacerlo vía Serie A se antoja más complejo para la Roma, con seis puntos menos que el cuarto puesto a tres fechas para el final del campeonato.

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