Los cuentos hondureños se continúan transmitiendo de generación en generación, contando historias llenas de misterios, fantasías y emoción.

En algunos casos, los cuentos hondureños suelen originarse de historias mitológicas de diferentes zonas del país, que contienen misterios seres, acontecimientos y criaturas.

Cuentos hondureños cortos

La mina de agua sucia

Hace muchos años en un pequeño poblado muy cerca del rio Cececapa, vivió un hombre que conocía la ubicación de la gran Mina de Agua Sucia.

Cada viernes el hombre acudía misteriosamente a la Mina de Agua Sucia llevando consigo una gallina blanca y un manojo de velas de cera de castilla. Con los cuales practicaba sacrificios en honor de la enigmática criatura que cuidaba las riquezas de la Mina de Agua Sucia.

Un día, la única hija del hombre, ansiosa por descubrir el sitio al que su padre se dirigía cada viernes con la gallina y las candelas, lo siguió.

La astucia de la joven siguiendo a su padre fue tan grande que logró llegar al lugar donde estaba la mina, pero al llegar al sitio vio cómo se levantaba un enorme remolino que se acercaba violentamente a ella, quien tuvo que huir y fue descubierta por su padre, que enfurecido por tal atrevimiento la castigó severamente.

Y, es que el hombre guardara celosamente la ubicación de la Mina de Agua Sucia, pues cada vez que llegaba a la mina se le aparecía un enorme lagarto de oro, el que después de los sacrificios ofrecidos le permitía, cortarle un pedazo de su cola de oro.

Mi primer amor de Froylan Turcios

La virgen de los quince años, que nunca había amado, en una tarde escarlata interrogó al hombre taciturno sobre algunas cosas del alma. Le interrogó más bien con la mirada profunda que con los labios floridos.

El amor es una embriaguez divina. Es la suprema angustia y la suprema delicia. Amar es sufrir, es sentir dentro del espíritu todas las tempestades y todas las alegrías. Es vivir una vida fantástica, impregnada de tristeza y de perfumes. Es soñar dulces cosas a la hora del crepúsculo y cosas extrañas en la callada medianoche. Es llevar constantemente en las pupilas la imagen de la mujer querida, y en el oído su voz, y en todo el ser la gloria de su encanto.

Ella le miraba sonriendo misteriosamente.

Él continuó: No sé lo que una mujer pueda pensar y sentir; pero me imagino que en ustedes las sensaciones son más sutiles y más hondas.

Habla usted de tristeza y de sufrimiento "exclamó ella", y yo creía que en el amor no cabían esas palabras

Yo me he referido únicamente al amor sin esperanza "murmuró en voz baja el taciturno". Al hablar de tristeza y de sufrimiento me he referido al amor sin esperanza. He dicho la emoción de amar; pero no la de sentirme amado.

Usted, pues, ¿jamás ha sido amado?

He sido amado locamente por mujeres blancas y tristes, por vírgenes morenas y ardientes. He sido amado por muchas criaturas seductoras. Las he sentido sollozar en mis brazos y jugar con mis cabellos y cubrirme de besos apasionados. Pero en el fondo de mi alma he permanecido impasible, frío ante sus caricias.

Entonces dijo la jovencita, ¿no conoce usted el verdadero placer de sentirse amado? Porque si usted no amaba, no podía gozar con el amor de las otras…

Sí, ciertamente, no he gozado con el amor de las otras.

No conoce usted "dijo ella gravemente" el placer de ser amado. O quizá no habrá sentido el amor.

No conozco ese placer. Es decir, conozco, ahora, el amor; pero no la felicidad de sentirme amado. Diera la vida por una hora de esa felicidad. Usted es la única en el mundo que pudiera dármela.

Ella no contestó.
Pero entre la llama violeta del crepúsculo, la vio temblar y ponerse pálida.

El Sisimite

El Sisimite era una especie de mono, conocido como Itacayo es un monstruo grande con cara de mono parecido al temible Pie Grande y al Yeti del Tíbet.

El gran mono habitaba en las cuevas en lo profundo e inaccesible del bosque, se alimentaba de frutas y vaga libremente por las montañas más altas.

El gran Sisimite bajaba de las montañas a los lugares más cercanos en busca de mujeres, a las que secuestraba y se las llevaban a sus cuevas. Una de las mujeres que secuestro alrededor de 11 meses y con las que hubo 3 hijos, logró escapar de la cueva y llegar al otro lado del río.

El sisimite trato de alcanzarla, pero no cruzó y se quedó con sus hijos, a quienes lazo al agua para que el río se los llevará.