Hilda Caldera buscó justicia ante el asesinato de su esposo Alfredo Landaverde y hoy entre sus misiones está que nadie olvide el nombre del hombre que denunció, sin ninguna clase de temor, la operatividad del narcotráfico en Honduras.

Considera que la condena de uno de los autores materiales la coloca como una privilegiada dentro del 7% de los casos que se resuelven en el país.

En una conversación con tunota, la venezolana expresa que Landaverde fue el único que tuvo el valor de denunciar lo que significaba el narcotráfico para el país.

Dice que la voz de su esposo fue hasta profética, porque todas las situaciones sobre las que alertó ya sucedieron e incluso van más allá de la realidad, porque Honduras tiene
dirigentes corruptos y que el crimen se apoderó de los gobernantes.

Van más de 10 años desde el asesinato de Alfredo Landaverde. Un condenado por su muerte… ¿qué pasó con los otros implicados?
Los otros implicados están todos presos en Estados Unidos, en la Corte del Distrito Sur de Nueva York. Ya dijeron que ellos habían sido los responsables. No solo asesinaron a Alfredo, sino a más de 60 hondureños.

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¿Antes del atentado, usted temía que su esposo fuera el blanco de los criminales?
Para ser franca, no. Pensé que Alfredo estaba en un tema muy delicado y que a nosotras dos, a Hilda y a mi, algo nos podía pasar, no a él.

Tras la muerte ¿qué apoyo le dio el Gobierno? ¿piensa que pudieron haber hecho más en memoria de Alfredo Landaverde?
Inmediatamente después de la muerte de Alfredo me asignaron seguridad. Al inicio tuve hasta seis personas, luego quedaron tres, que son los que mantengo. Porfirio Lobo fue muy amable.

Me brindó un carro blindado con combustible para que me transportara. Nos recibió la Fiscalía. Fui afortunada, porque con tanto asesinato en el país, tener un caso procesado, tener un caso que fue a juicio y que tiene un resultado aunque sea material, es una dicha.

Ojalá que la mayor parte de los asesinatos tuvieran un juicio. No es ni el 7%, yo entro en ese 7%, pero es producto de una lucha titánica, muy dura, pesada, de muchos años.

¿Cree que el caso se cerró?
En relación a Alfredo es demasiado lo que ha pasado. Su caso se publicó en un diario estadounidense en el 2016 y en 2018. Hemos logrado que no muera Alfredo. Incluso tenemos documentación sobre la vida de él, para que su sacrificio sirva para algo.

¿Se marcó un antes y un después en Honduras con el asesinato de su esposo?
Sí. Alfredo luchó por años. Habló desde que se llevaron a Matta Ballesteros y eso fue en los ochentas. Solo él advirtió, solo él siempre dijo el peligro del narcotráfico. Advirtió lo que significa la ola de crímenes, de corrupción, de impunidad, de cómo el narcotráfico es un crimen tan complejo que arrastra tanto dinero y lo compra todo, lo soborna todo.

Solo Alfredo tuvo el valor de decir y denunciar, sin cansarse, lo que significa el narcotráfico para Honduras. Él fue profeta, pero la realidad lo ha superado. La realidad ha sido muy dura con Honduras, un país con una cúpula de dirigentes tan
corrupta (…) pero también es un país tan bello, con gente tan noble, que no merece lo que hemos estado viviendo. El crimen se ha apoderado de nuestros gobernantes.

¿Qué representa la Fundación Alfredo Landaverde?
La Fundación se crea para no llorar o por lo menos para sentir alegría en su legado, en su vida, para dar un testimonio de lo que él fue. Me he dedicado a enaltecer su obra,
porque era algo que se lo debía, no podía dejarlo solo, lo supe desde que nos dispararon.

Supe que el legado de él no podía morir. Creo que me ha dado muchísima vida y sentido todos estos años y ahora mi vida me hace proyectarle a Honduras a su personaje, que fue un hondureño, un hombre de La Lima, Cortés. Entonces la Fundación representa un orgullo, exaltamos la vida de él.

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¿Ha sentido frustración e impotencia porque no se castiga a todos los culpables?
Durante los primeros años sí, fueron duros. Es terrible saber que pasó algo y no saber quién fue, de dónde vinieron los disparos.

Sentí tranquilidad y sentí como que Dios me había escuchado cuando se presentó a un autor material, pero también sentí que Dios me escuchó, cuando empezaron a conocerse los nombres de los autores intelectuales. Me hizo ver que Alfredo seguía vivo.

¿Cómo surge la idea de impartir charlas motivacionales?
Alfredo murió, yo sigo viva y no solo soy viuda, soy mamá, abuela, amiga, compañera, tengo muchos roles en mi vida. En esa búsqueda de nuevos caminos y en vista de que
la justicia de Alfredo va bastante adelante, busco hacer cosas que me gusten a mi.

Esas charlas motivacionales responden a eso. Se plantea el porqué de las cosas y profundiza lo que se vive. Eso hago con problemas que he vivido. Tengo cinco charlas
muy bellas, muy profundas, que me gustaría darlas a conocer como una forma de darme yo misma.

¿Qué sugiere al Gobierno para apoyar a las víctimas de la violencia?
Ese duro golpe que le dieron a Pepe Lobo con el asesinato de su hijo y esas personas que estaban ahí, hacen ver que falta investigación criminal.

No puede ser que los asesinatos queden impunes. He pedido citas con la Presidenta (Xiomara Castro), con el presidente del Congreso, para ver qué se hace en la investigación criminal. Que solo el 7% de los casos lleven un proceso es una invitación abierta para que la gente asesine a quien quiera, porque no hay castigo.

¿Qué representa Honduras para usted?
Honduras es mi país también. Tengo 40 años viviendo en este país que quiero muchísimo. Es mi Madre Tierra y quiero darle lo que pueda. Me debo a Honduras, porque me ha dado mucho.

¿Qué mensaje le daría a las mujeres?
Las mujeres son el talón de Aquiles. No puede ser que sean las segundas. No hay discriminación más grande que digan que las mujeres valen menos que los hombres. Me molesta la injusticia.

Por algo estudié sociología. Detesto la inequidad y la exclusión. Es el momento de que las mujeres tomen el poder. Ojalá que la Presidenta hablara más, que se comunicara con nosotros, porque ella es nuestro ejemplo.