Juan Ramón Matta Ballesteros, alias “El Negro” o “Don Matta”, tiene 34 años de estar en prisión, pero desde febrero del 2021 permanece en el Centro Médico para Prisioneros de Estados Unidos, en Springfield, Missouri, debido al deterioro en su salud, tras estar recluido en una prisión federal de alta seguridad en Pensilvania.

Matta marcó la historia en Honduras, no solo por cómo movió los hilos para establecer las conexiones con los grandes cárteles en la década de los 70 y 80´s, sino por su astucia y discreción, lo que le permitió ser el enlace de grandes capos como Pablo Escobar, Caro Quintero y Miguel Ángel Felix Gallardo, quien fue el padrino de su hijo mayor, Juan Ramón Matta Waldurraga.

Pero, más allá de su astucia, también lo describen agentes de la Agencia para la Administración del Control de Drogas (DEA), como un hombre analítico, muy desconfiado y con una frialdad impresionante, aunque en Honduras, quienes lo recuerdan, valoran el carisma y el servicio de ayuda que brindó a centenares de hondureños.

En abril de este año, el hondureño pidió salir en libertad aplicando el Tratado de Estrasburgo, que es el que trata del traslado internacional de personas condenadas, por sus condiciones de salud.

“Tengo 77 años, he perdido la visión de un ojo por glaucoma, soy usuario de oxígeno permanente. Tengo problemas en la columna y rodillas, lo cual me obliga al uso de andador para desplazarme. He perdido casi toda mi dentadura”, dice la carta que envió a la presidenta Xiomara Castro para que interceda por él ante las autoridades norteamericanas.

La celda de dos por tres metros en la que permaneció por 32 años en Estados Unidos, es el único testigo de la soledad que el mismo narcotraficante dijo vivir. “Me he quedado solo”. Su vida cambió tras su detención el 5 de abril de 1988, en Tegucigalpa. Lejos quedaron los lujos, las fiestas, el derroche. Ese fue su segundo arresto.

Capturado en Colombia en 1985

Mike Vigil, exagente de la DEA, cuenta que en 1985 recién lo habían trasladado de la oficina de Medellín para Cartagena, en Colombia, cuando le asignaron seguirle los pasos a Matta Ballesteros. Vigil sabía lo escurridizo que era Matta y por lo tanto tenía que tomar todas las medidas para garantizar el éxito en la operación. La información que la Policía Secreta de Colombia había recopilado, indicaba que el hondureño se encontraba en la vivienda de Jaime García García, un narco colombiano, conocido como “El Gordo”, un socio de Matta.

De inmediato los equipos rentaron una casa cercana a la de García e interceptaron los teléfonos para monitorear y vigilar los movimientos de todos los que habitaban la vivienda.

El 1 de mayo de 1985 se generó la alerta. Eran notorios los movimientos inusuales de personas entrando y saliendo. Incluso, relató Vigil a tunota, se registró una llamada que García hizo en la que las frases fueron “está todo listo y viene el señor”.

Ese fue el detonante que hizo a todo el equipo ubicarse en posiciones para cualquier señal que indicara que se haría la captura de Matta. Pero pasaron horas, porque antes, el chofer de García regresó a la casa y recogió a otra persona. “Salió el vehículo con una persona, fueron a un restaurante y luego se metieron a una zona que era difícil de vigilar y los perdimos”, relata Vigil.

Había incertidumbre en las autoridades, porque tanto los agentes de la DEA, como de la Policía Colombiana, no estaban seguros si Matta había ingresado o no, pero se la jugaron y Mike Vigil recuerda que decidieron llegar a la casa con la Policía. “Nos colocamos alrededor de la casa, tocamos la puerta, la sirvienta abrió una ventanita que está al lado de la puerta y nos dijo, ¿qué quieren?. Le respondí que era la Policía, que abriera la puerta”.

El ex agente de la DEA contó que la sirvienta reaccionó nerviosa, pero que no pasó ni un minuto cuando a esa ventanita llegó Matta Ballesteros. “Solo dijo espérame, espérame y se fue de la ventana. El coronel de la Policía colombiana me dijo esperemos, pero yo le dije, no voy a esperar y tumbé la puerta con una patada”.

Matta entonces salió corriendo por un jardín en medio de la casa. Mike Vigil relata que iba con la pistola nueve milímetros en su mano derecha. “Corría y fuí tras de él, brincó una pared, pero no pudo saltar la segunda, la que daba a la calle. No podía saltar porque al parecer, le habían hecho una cirugía en la espalda”, dice el ex agente.

Pero Mike se colocó tras su espalda apuntándole. “Lo iba a matar, le iba a disparar, y él dijo no, no dispares, puedo salir de la cárcel pero no de una tumba”.

Lo sacaron. Los agentes de la DEA y la Policía catearon la casa, encontraron documentos y armas. Pero en medio de toda la operación, Vigil recuerda que Matta le dijo: “sé que usted es de la DEA y quiero decirle que ni yo, ni mi compadre Miguel Angel Felix Gallardo, tuvimos que ver con la muerte del agente Kiki Camarena. Era marihuanero, dijo, refiriéndose a Caro Quintero”.

Le ofreció tres millones de dólares

Entre el registro e interrogatorio, hubo un momento en el que Mike Vigil quedó a solas con Matta y fue cuando el hondureño le hizo una propuesta al ex agente. “Me ofreció tres millones de dólares, me dijo que si lo soltaba, los iba a tener en efectivo en 20 minutos en la casa. Yo no tomé el soborno, me lo propuso muy serio y le dije que no”.

Tras varias horas, se decidió trasladar a Matta esa misma noche de Cartagena a Bogotá. Ante el peligro que representaba Matta, la Policía en Cartagena cerró el aeropuerto, lo aseguró. “Lo pusimos en un vuelo comercial, que no estaba tan lleno y él estaba sentado al lado mío. Me dio la mano y me dijo, te felicitó porque tenían 20 años tras de mí y fuistes el primero que me pudo capturar”.

Así lo llevaron a Bogotá y lo ingresaron en la prisión La Picota. Al siguiente día, lo entrevisté en la cárcel y negó totalmente que estuviera involucrado en el tráfico de drogas. “Dijo que tenía industria ganadera y de tabaco, pero nunca dijo que estaba en el tráfico de drogas”.

Pero, meses después, sobornó a los guardias de la prisión La Picota y salió, le abrieron las puertas y afuera un Mercedes Benz Dorado lo esperaba. Lo llevaron al aeropuerto El Dorado y en una avioneta llegó a Honduras. Aquí se mantuvo casi dos años, hasta que autoridades norteamericanas se lo llevaron de la casa.