Los partidos políticos se han apropiado de la democracia y la han convertido en un sistema que no funciona. El resultado no puede ser otro: La crisis es más acentuada, los aspirantes a dirigir el país son indiferentes a las necesidades del pueblo y en la agenda nacional no figura como prioridad el plan de desarrollo post-pandemia.

Hemos insistido en que Honduras precisa que los candidatos a la Presidencia firmen un “pacto de paz”, porque es condenable que las mismas instituciones partidarias y sus personajes de cúpula hayan hecho de la democracia una “plataforma donde se genera la pobreza, la postración económica y la degradación política con raíces en la corrupción y en la impunidad”.

Con motivo de la consulta que está programada para el 28 de noviembre, Honduras es un campo de batalla entre la ultra derecha y extrema izquierda.

¿No están conscientes los aspirantes políticos que con sus ejecutorias y omisiones empobrecen más al pueblo y le restan al país las oportunidades de desarrollo, además de conspirar contra el Estado de Derecho? Es obvio que no.

La razón y la justicia son los principios a los que debemos apelar en estos momentos en que nuestro país atraviesa por un sendero particularmente turbio y confuso.

Hemos escuchado numerosos reclamos y muchos los discursos agraviantes de uno u otro bando político en contienda. También hemos prestado oído atento a los planteamientos de los organismos internacionales que han enviado sus misiones de observadores y a los estudiosos del acontecer nacional.

De la misma manera, hemos puesto énfasis en los testimonios de segmentos mayoritarios que son golpeados por las difíciles circunstancias que enfrentamos y el nebuloso panorama que atisbamos.

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¿A cuál de los sectores metidos en la irracional pugna política tendríamos que cargarle toda la culpa de lo que acontece en nuestra Honduras?

Más que enfrascarnos en una discusión de ese tipo, lo que es pertinente es que, al unísono y con todo nuestro sentimiento patriótico, demandemos a los líderes políticos que honren sus compromisos con el pueblo y con el país.

No podemos ni debemos permitir que el corazón de Honduras sufra un infarto, a causa de la sinrazón de la que ha dado evidencias la clase política en la jornada proselitista que culminará el próximo domingo, cuando cinco millones de hondureños tenemos la obligación de ejercer el sufragio y de hacer que nuestro voto cuente.

El objetivo nuestro ha de estar encaminado siempre a buscar la justicia, el bien común y a reclamar enérgicamente que los líderes nacionales honren los postulados de la democracia y los fundamentos del Estado de Derecho.

Toda vez que vayamos por el sendero de la unidad, de la comprensión y de la tolerancia, podremos sacar fuerzas de la debilidad y conquistar las promesas de un país en paz, en evolución y engrandecido por su gente y por sus líderes políticos auténticos; no oportunistas, ni sedientos de poder mezquino ni indolentes, como la mayoría de quienes se postulan en la actual contienda. ¡Votemos por Honduras!