Dunia "M" lleva un año de vivir en España tras huir de Honduras porque su vida corría peligro, luego de haber sido secuestrada y amenazada. Sin embargo, nunca se imaginó que en un país extraño sería víctima de tantos maltratos y humillaciones al trabajar en casa como interna cuidando ancianos, niños y realizando todas las demás tareas del hogar.

Tunota.com tuvo acceso exclusivo a varios testimonios de compatriotas que como Dunia se fueron a buscar un mejor futuro.

Su primera experiencia fue cuidando una niña con discapacidad, de 15 años de edad, junto a otra compatriota que cuidaba una anciana de 85 años de edad en la casa de una famosa figura de  la televisión española, quien  las maltrataba.

Ambas eran agredidas psicológica y físicamente, discriminadas y amenazadas de ser denunciadas por ser inmigrantes y que serían echadas a la calle. A su amiga, la patrona la trataba de "india" y con palabras grotescas.

Los horarios de trabajo eran de hasta 24 horas y cuando tenían reuniones con amigos las obligaban a cuidar a las dos personas sin respetar sus horarios de descanso. “No había noche que no lloráramos  por el tipo de maltrato. A uno como inmigrante le toca vivir eso aquí por el hecho de no tener documentos”.

Una empleada del hogar realiza su trabajo en España. Foto archivo de referencia/EFE

Dunia dejó de trabajar en esa casa y pasaron 4 meses para que su expatrona le pagara lo que le adeudaban. “Son experiencias muy horribles que uno viene a vivir aquí como hondureño y de los demás países; sufrimos maltrato verbal y hasta físico… Uno se viene a encontrar con demasiadas sorpresas aquí”,  como vivir en una misma casa con personas de distintos países, relata.

En otra experiencia, Dunia no podía ni siquiera ir al baño porque la anciana que cuidaba tenía miedo de estar sola y gritaba. Por lo que fue sometida a muchos maltratos por las hijas de la anciana quienes pensaban que ella la maltrataba, pese a que esta compatriota ni dormía por cuidarla. “Viví 5 meses de horror en esa casa”, narra Dunia mientras llora al decir que al igual que ella, miles de inmigrantes que trabajan en casa se ven obligadas a soportar estas situaciones para ayudar a sus familiares que dejaron en sus países de origen y que no saben por todo lo que ellas pasan.

Posteriormente se fue a trabajar al campo en recolección de aceitunas pero su suerte no cambió, ya que el salario era malo y debía trabajar muchas horas. El día libre tampoco se los daban, asegura Dunia y después de un mes de trabajo apenas recibió 200 euros ya que el patrón les deducía los costos de alimentación pero “mucho más caras” sostiene esta hondureña.

En ese sentido Dunia y dos parejas colombianas le dijeron que no podían trabajar más tiempo con él por el bajo salario, trabajo excesivo y malos tratos. El hombre se molestó y en plena pandemia los echó a la calle.

“Nos sentíamos engañados y explotados. Incluso, hice la denuncia en el pueblo donde estábamos (Río Gordo municipio español de la provincia de Málaga, Andalucía) y él ya era conocido por hechos muy feos con los empleados”, relató la hondureña quien junto a sus amigos logró viajar a Madrid gracias al buen corazón de una española, pues las autoridades no les ayudaron.

Al regresar a Madrid, Dunia se quedó sin un lugar donde vivir porque no tenía cómo pagar el alquiler. Se vio en la calle con maletas en mano sin saber a dónde ir pues unos amigos colombianos, quienes tenían un niño de 2 años, la ayudaron pero a ellos también los corrieron por darle alojamiento, ya que en España no es permitido darle posada a más personas de las que establece el contrato de arriendo.

Violencia Honduras
medicina Forense llega a realizar el levantamiento de un cuerpo.

¿Por qué se fue de Honduras?

Como miles de hondureños, Dunia escapó de la violencia que hay en Honduras. “Mi vida corría peligro. Fui amenazada de muerte y me secuestraron dos veces; una de estas cuando salía del banco en un centrocomercial de Tegucigalpa.

Dos hombres la subieron a un taxi, la encañonaron con una pistola y con un cuchillo le exigían que les entregara el dinero “y en efecto yo había retirado 25 mil lempiras del banco y ellos ya lo sabían”, dijo Dunia, quien no descarta que la cajera que la atendió era cómplice de los hombres que la secuestraron.

Ahora Dunia está viviendo en el refugio para inmigrantes Villa de Vallecas donde le proporcionan techo y comida; aunque su situación no es la mejor, al menos está segura y agradece a Dios por ello. Además ha formado un grupo para ayudar a otros compatriotas para que no pasen lo mismo que ella.

“Aquí tu propia familia te da la espalda”

 “La gente particular se porta mejor con uno”, asegura Rosa quien es otra hondureña a quien le ha tocado enfrentar diversas situaciones difíciles en España al trabajar en casa, sobretodo, porque “aquí hasta la propia familia se le da vuelta a uno. Te ayuda más la gente particular”, sostiene la joven a quien su propia prima la trató muy mal y la corrió a la calle pese a que no tenía a dónde ir.

Madre hondureña huyó del país, fue violada en España y vivirá en la calle con 4 hijos
Una hondureña estuvo a punto de quedarse a vivir en la calle con sus 4 hijos menores de edad. Foto/DiarioLevante

Tratada como esclava y obligada a trabajar en cuatro ocupaciones por un mismo salario

Blasina es una madre soltera originaria de Honduras quien se fue a España hace 13 años, para darle una mejor vida a sus hijos y pagarles sus estudios. Con todo el dolor en su corazón, armó maletas y dejó sus vástagos a cargo de su familia.

Una de sus peores experiencias fue tener que ir a trabajar a un pueblo a cuidar una anciana de 90 años, por un pago de 700 euros mensuales. Sin embargo, al transcurrir el tiempo comenzaron los abusos.

Uno de los hijos de la señora la puso a cuidar un huerto; otra hija a que cuidara un gallinero y en época de vendimia, también, a que recolectara uvas en un viñedo que era propiedad de otro hijo, por el mismo salario.

 “Me trataban pésimo, como que era esclava porque no tenía papeles y eso era lo que me decían”, relata esta compatriota quien debía trabajar día y noche sin derecho a días libres y mucho menos vacaciones. Cuatro años duró en ese lugar y fue echada a la calle sin un centavo de prestaciones “así es esto”, lamenta.

En otro empleo, el nivel de explotación y estrés laboral la llevó a sufrir parálisis facial. Sumado a eso esa discriminada por su color de piel y su condición de inmigrante. Actualmente, continúa laborando de interna para enviar dinero a sus hijos en Honduras.

Foto archivo referencial/Diario.es

No todo es tragedia, muchas logran cumplir sus sueños

“Salí de mi país porque quería un futuro mejor para mí y mis hijas”

Maira Dorys Corea es originaria de Copán y hace tres años llegó a España. “Fue muy duro y triste. No conocía a nadie”. Pues fue por Facebook que ella conoció a la mujer que la recibió en España y quien la llevó, junto a su sobrina, a vivir a una casa de tablas a la orilla de un río en Barcelona, pero cuando ya ellas no tenían dinero les dio la espalda.

Pasaron seis meses de adversidad, pero logró encontrar un buen empleo donde cuida una persona mayor. Sus patrones la tratan como familia y está cumpliendo el sueño de construir una casa en Honduras, ayudar a su familia a salir adelante. 

Sin embargo, su madre y otros familiares han perdido la vida en estos tres años que ella lleva en España, sin que volviera a verlos en vida.

“Me traje a mis dos hermanos y ahora tenemos un restaurante en España”

Hace 13 años, Lilian Claros pensó que en España “los trabajos llovían” pero la realidad era totalmente distinta. Desde muy pequeña trabajó en Honduras porque su padre era alcohólico, pero con esfuerzo logró graduarse del bachillerato y se inscribió en la universidad, sin embargo al no contar con recursos decidió irse a España. 

Le costó encontrar trabajo y una amiga le dio posada en su trabajo pero a escondidas de sus patrones. Fue a una entrevista y empezó de interna trabajando por 650 euros al mes y sin ningún derecho.

En otro empleo cuidaba cuatro niños pero no le cumplían con el salario y trabajaba muchas horas. Lilian logró sacar papeles para trabajar, licencia de conducir y sigue creciendo profesionalmente.

“Trabajando de interna, muchas veces te vas llorando a la cama. Es una soledad tremenda. Te sientes tan inmigrante, tan denigrada, tan explotada, presa; como dice la canción de Los Tigres del Norte: 'aunque la jaula sea de oro no deja de ser prisión'”, dice esta hondureña mientras lágrimas recorren sus mejillas.

Actualmente Lilian es socia de un restaurante junto a un amig, y en él, labora con sus hermanos pero su meta es seguir creciendo.

“Quiero motivar a la gente que se puede salir adelante”

Érica Vallecillo llegó a España con miles de sueños dentro de sus maletas y pese a escuchar tantas historias de malas experiencias, se enfocó en las metas que llevaba desde Honduras.

Acepta que ser interna en España “es un trabajo esclavizante”, sin embargo ella logró tramitar sus papeles, actualmente labora como teleoperadora y estudia un grado superior en educación  infantil.

Relata que las 2 horas libres que tenía cuando trabajaba como interna, las aprovechó para estudiar en línea en el Instituto Nacional de Formación Profesional (Infop) y aprender Catalán.

Lily Chávez, es otra hondureña quien hace cuatro años se fue de Honduras pero relata que todo le ha salido bien pues hasta le aplauden porque ha logrado aprender  cocinar muy bien y aunque no tuvo ningún día libre durante la pandemia, su sueldo y alimentación nunca le faltaron.

Refugios para inmigrantes desamparados

La ignorancia es el peor enemigo y eso queda retratado en los miles de casos de hondureños inmigrantes y de otros países que ingresan a España como turistas y se quedan viviendo para trabajar en ese país.

En su mayoría terminan enfrentando situaciones graves: viviendo en la calle o caen en la prostitución al desconocer que existen muchas organizaciones que les tienden la mano para darles un techo y alimentación mientras se estabilizan. Entre ellos (imágenes de apoyo).

¿Cómo legalizar su situación?

No tener papeles que regularicen su situación permite, además, que sean multadas o expulsadas del país, internadas en centros de detención de extranjeros (CIE) y objetivos de persecución policial.

En ese sentido es necesario que lo antes posible regularicen su situación al empadronarse ya que a los tres años de haberlo hecho, tienen acceso a documentos y también deben hacer un curso para el informe de reinserción social (excepto en Madrid).

Durante estos tres años, el inmigrante debe mantener una conducta intachable para que transcurrido ese tiempo de empadronamiento, buscar que alguien le ofrezca un contrato de trabajo y le otorguen la legalidad, de acuerdo a Julio Tróchez representante de la Asociación de Hondureños en Barcelona.

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