En cualquier parte del mundo, el hondureño evita dejar a un lado la comida que se consume en su país; al punto que decide, muchas veces, compartir su gastronomía con extranjeros.

La calle Wilshere de la ciudad de Los Ángeles, en Estados Unidos, a una cuadra del consulado de Honduras, es testigo del sazón y el amor en los platillos nacionales que Glenda Rivera vende en “La Troca”, el puesto de comida que tiene junto a su esposo Armando Pérez.

Oriunda de la ciudad de San Pedro Sula, la hondureña labora en su negocio de 9:00 de la mañana a 3:30 de la tarde. “El horario donde más vendemos es de 9:00 a 1:00 de la tarde, ahí es donde se aprovecha para agarrar lo que Dios le da a uno”, dijo a tunota.com la chef catracha.

La fémina compartió que pueden laborar hasta más tarde puesto que el estado no les restringe el horario, pero debido a que las calles comienzan a desolarse, prefieren laborar así como la han estado haciendo.

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La Troca es un negocio que vende para que el cliente se lleve la comida./Foto: Glenda Rivera

Sus inicios en la venta de comida

"Empecé a hacer tamales y llevaba muestras a los restaurantes y así le lleve al dueño de La Troca, que me compraba 90 tamales a la semana. En un inicio los vendía a 1.50 de dólar y ellos los vendían más caros pero ahora los vendo a 3 dólares", expresó la empresaria.

Antes de pasar a administrar el negocio, la hondureña trabajó para varios restaurantes de la ciudad y le surgió la idea de realizar tamales por lo que decidió venderlos a diferentes comercios, puesto que si visión era “tener su propio negocio”.

"La visión de mi esposo y mía era abrir campo para hacerse de lo propio. Y decidí realizar tamales hondureños porque solo se encuentran mexicanos y salvadoreños", dijo.

La hondureña trata de que su comida posea el mismo sabor que las que se elaboran en Honduras./Foto: Glenda Rivera

Platillos hondureños a disposición de todos

Rivera afirma que su especialidad es la comida de su país pero que de vez en cuando, tiene que estar lista para vender otro tipo de comida a clientes de otros países. “Las personas que más me compran son hondureños, salvadoreños, guatemaltecos, estadounidenses, asiáticos y una brasileña que siempre me visita”, afirmó.

“Gracias a Dios aquí se encuentra bastante condimento latino pero por ejemplo hay especias que tengo que mandarlas a traer de Honduras porque no las encuentro en Los Ángeles”, explicó.

Su comida más vendida son las baleadas y los pollos con tajadas o “pollo chuco” como se le suele decir en varias partes de Honduras.

Sin embargo, el pollo con tajadas lo vende a 11 dólares, la tajada con carne molida a 10 dólares, la chuleta a 10 dólares, la carne asada a 13 dólares y las baleadas a 3 dólares, a 3.50 con huevos, 4.50 de aguacate con huevo, y a 6 dólares la especial con carne asada, chorizo, pollo o con lo que se le ocurra a las personas.

No obstante, también vende pan y tabletas de coco hondureño y en un futuro desea poner una panadería hondureña en Los Ángeles ya que no hay ninguna.

Afectación por la pandemia

La pareja de centroamericanos lleva un año con el negocio y cuando comenzaron la gente tuvo buena aceptación con la comida, los platillos y el sazón. Su éxito ha sido tan grande que medios como Los Ángeles Times y La Opinión decidieron hacer eco de su historia.

"Incluso estábamos listos para mostrarnos en la primera expo de comidas hondureñas en la ciudad pero por la pandemia el evento fue cancelado. Ya se había hecho todo y fue un bajón increíble que nos llevó a cerrar por tres semanas", lamentó

A su esposo lo suspendieron de su trabajo luego de laborar 13 años en un restaurante como cocinero de comida americana. Esta situación llevó al cierre de La Troca por tres semanas.

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A pesar de todo lo anterior, siempre se pagó el alquiler del mismo porque no han condonado deudas de alquiler, los impuestos han tenido que pagarse puntualmente y a la fecha.

"Tuvimos que arriesgarnos a pesar de que no era el tiempo que salir. Los primeros días era duro porque las calles estaban vacías porque la gente no salía", reiteró.

Luego de volver, Glenda solo vendía 10 o 15 baleadas después de estar acostumbrada a vender 100 y solo vendía siete pollos semanalmente cuando preparaba entre 30 y 40 diarios.

"En un momento tuve miedo y pensé que no podía seguir con esto pero solo la confianza en Dios nos ha ayudado día con día y cada día que salimos es un reto y confío en él", afirmó.

De momento, las ventas han mejorado un poco, no al nivel al que estaban acostumbrados pero poco a poco han aumentado. "Los primeros días solo mirábamos pasar a las personas, con miedo y sin vender", confió.

Un sueño y anhelo por cumplir

Al igual que muchos connacionales, ella salió del país para mejorar su situación económica y poder ayudar a sus hija a finalizar sus estudios en Honduras, donde Glenda era estilista y trabajaba en un salón de bellezas por lo que al llegar a Los Ángeles tuvo que reinventarse y ser chef.

"La base está en confiar en Dios y en uno mismo, el negocio tiene un sube y baja por lo que hay que tener paciencia y estar conscientes que uno no se va a hacer rico de la noche a la mañana", sentenció.

Según la inmigrante, la clave del éxito es que el dueño esté encima del negocio para que todo pueda funcionar. "Mi esposo y yo somos los únicos que trabajamos en La Troca por ahora, pero cuando iniciamos tuvimos la ayuda de mis hijas, mi cuñada y demás miembros de la familia", acotó.

"La visión nuestra es tener un restaurante y a eso es lo que voy, a tener un restaurante en este país", aclamó Rivera.

Glenda explica que muchas veces se encuentra con clientes que visitaron Honduras, probaron la comida y quieren volver a degustarla en su negocio; hay muchos que le preguntan si es de Honduras para confirmar que tan catracha es la comida.

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