Una madre de 33 años acabó con la vida de su hijo Rafael, de 11 años, porque estaba cansada que solo pasara jugando con el celular hasta horas de la madrugada durante el encierro por la pandemia del covid-19.

Identificada como Alexandra, madre de dos niños y divorciada, quiso desviar la atención de ella misma diciendo que su hijo se había escapado tras una fuerte discusión sobre su comportamiento.

Los investigadores encaminaron una búsqueda con la ayuda de perros rastreadores y familiares que estaban desesperados por encontrar al menor, en un bosque a las cercanías de la casa de la familia.

Pero cuando nadie podía encontrar al menor, ella comenzó a llorar y confesó su crimen diciendo que lo había ejecutado con la ayuda de un tendedero de ropa en un ataque de rabia.

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La historia consternó a muchos brasileños el pasado 2 de julio./Foto: Clarín (Argentina)

Según revela el diario británico The Sun, la mujer confesó que ya no podía vivir con la mentira y que necesitada desahogar su cargo de conciencia.

Posteriormente la madre reveló que escondió el cuerpo de su pequeño en una caja de cartón en el garaje de la casa de un vecino a solo 16 pies del hogar de la familia.

Los informes indican que el cadáver del niño estaba envuelto en una sábana con una bolsa de plástico colocada sobre la cabeza.

Confesiones de la madre

Al confesar lo que había hecho, la fémina se sometió a un proceso de investigación de un mes. “Alexandra originalmente afirmó que había asesinado a su hijo sin darse cuenta”, dijo el jefe de policía, Eibert Moreira, durante una conferencia de prensa.

Moreira detalló que cuando interrogaron por primera vez a Alexandra, ella dijo que Rafael había muerto por una sobredosis accidental y que su cuerpo yacía inmóvil cuando entró en su habitación y sus labios se habían vuelto azules.

Alexandra confesó su crimen y será sometida a procesos judiciales./Foto: Clarín

“Su historia no cuadró porque ya nos había informado que estaba despierto incluso después de tomar las pastillas”, expuso.

Luego, un informe forense reveló que el niño tenía marcas de ligadura alrededor de su cuello: la madre cambió su versión de los hechos y finalmente admitió haberse enojado y perdió el “control de la situación” al descubrir que su hijo todavía no dormía, por estar jugando.

Asimismo explicó que ella agarró un tendedero, lo convirtió en lazo y regresó a la habitación, donde lo colgó la cuerda alrededor de los hombros y lo arrastró fuera de la cama, haciendo que el cordón se deslizara hasta su cuello y se tensara.

“Parece que le gustaba dominar y controlar a sus hijos, su entorno y las personas que la rodeaba. Creemos que Rafael rompió las reglas de su madre y pagó el precio por hacerlo con su vida”, concluyó Moreira.

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