Cansados, agotados de correr noche y día, a muchos médicos italianos solo les acompaña la impotencia de ver como sus connacionales están muriendo producto de la covid-19.

A veces, la última gota de fuerza que les queda a sus cuerpos sirve solo para hacer una llamada de teléfono, pero no a los suyos para recibir ánimos, sino a los familiares de los pacientes para decirle que su ser querido es una baja más en la guerra.

Y el silencio se vuelve eterno. Hueco, húmedo, desesperante. A veces con ganas de cerrar los ojos y aparecer en otro lugar.

"La situación en los alrededores es aún peor. La mayoría de los hospitales están superpoblados, casi colapsados, mientras que los medicamentos, los respiradores mecánicos, el oxígeno y el equipo de protección personal no están disponibles", cuenta un médico del hospital Pío XXIII al New England Journal of Medicine.

"A veces los ves morir en el suelo y los cementerios están abrumados, lo que traerá otro problema de salud pública", dice el galeno.

Italia siguió los pasos de China el domingo, aprestándose a aislar a 16 millones de personas

En Italia las cárceles se están volviendo explosivas y las comunidades están desesperadas porque esperan una milagrosa vacuna (NR: que se pelean presumidamente las potencias mundiales).

"Hemos estado en cuarentena desde el 10 de marzo. Desafortunadamente, el mundo exterior parece ignorar que en Bérgamo este brote está fuera de control", apunta a la revista médica otro doctor.

Los médicos, identificados como Mirco Nacoti, Angelo Giupponi, Pietro Brambillasca, Federico Lussana, Michele Pisano, Giuseppe Goisis, Daniele Bonacina, Michele Pisano, Federico Lussana, Francesco Fazzi, Richard Naspro y Luca Longhi, lamentan toda la situación.

"Nuestro sistema de salud occidental está orientado a la atención personalizada, cuarto por cuarto, exclusivo. Y ahora estamos aprendiendo con dolor que no estamos preparados para la salud pública y las pandemias", dijo.

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