La directora del Centro para las Libertades Civiles (CCL, siglas en ingles), Oleksandra Matviychuk, se mostró feliz hoy con el Nobel de la Paz concedido a esta organización en un mensaje en el que insta a la ONU a reformar su estructura y expulsar a Rusia y destaca la movilización ciudadana como motor para el cambio.

"Me alegro de que el Centro para las Libertades Civiles que dirijo haya recibido hoy el Premio Nobel junto con nuestros amigos y socios de Memorial y Viasna. Estamos en el tren de Polonia a Kiev, así que pido disculpas a quien no pueda comunicarse conmigo", escribe en su cuenta de Facebook.

Según Matviychuk, ahora el ejército habla, porque no se escucharon antes las voces de los defensores de los derechos humanos en la región.

"Tal vez nos escucharon en el Comité de Derechos Humanos de la ONU, pero definitivamente no en los pasillos donde se toman las decisiones por parte de la gente en el poder", señala.

Agrega que "si no queremos vivir en un mundo en el que las reglas están determinadas por el que tiene la mayor capacidad militar, y no por el Estado de derecho" hay cosas que deben cambiar, afirma, y resumen su argumentación en tres puntos.

Por un lado, señala, la ONU y sus estados miembros "deben reformar la paz y la seguridad internacionales para crear garantías para todos los países y sus ciudadanos, independientemente de su participación o no en bloques militares o del poder militar".

Al mismo tiempo, "Rusia debería ser expulsada del Consejo de Seguridad de la ONU por las violaciones sistemáticas de la Carta de la ONU".

En segundo lugar, la ONU y sus estados miembros "deben abordar el 'limbo de responsabilidad' y ofrecer una oportunidad de justicia a cientos de miles de víctimas de crímenes de guerra".

Sin esto, asegura, es imposible alcanzar una paz sostenible en la región.

Subraya, además, la necesidad de crear un tribunal internacional para llevar a los presidentes ruso, Vladímir Putin, y bielorruso, Alexandr Lukashenko, y a otros criminales de guerra ante la justicia.

Sus veinte años de experiencia en la lucha por la libertad y los derechos humanos son una muestra convincente de que "la gente corriente tiene mucha más influencia de lo que cree", agrega.

"La movilización masiva de la gente común en diferentes países del mundo y su voz común pueden cambiar la historia del mundo más rápido que la intervención de la ONU", asegura