El papa Francisco rezó el viernes en solitario ante una vacía e inmensa plaza de San Pedro, un hecho inédito donde dio la bendición y la indulgencia plenaria al mundo por la pandemia del coronavirus

La bendición permitirá a los más de mil 300 millones de católicos obtener el perdón de sus pecados, en un momento tan difícil, con medidas de confinamiento que afectan a más de 3 mil millones de personas.

Ante el dramático momento que vive la humanidad, el papa Francisco decidió dar una bendición extraordinaria, la Urbi et Orbi (a la ciudad y al mundo), la misma que los pontífices suelen impartir solo el 25 de diciembre y el Domingo de Pascua, fechas en que se recuerda el Nacimiento y la Muerte de Jesús.

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El Santo Padre rezó ante el Cristo milagroso que salvó a Roma de la peste en el siglo XIV.  El crucifijo fue retirado el miércoles por el personal del Vaticano, de la iglesia San Marcello al Corso, que data del siglo V, para ser instalado en la Plaza San Pedro, para la oración del papa, el viernes. 

Imagen del Cristo milagroso. Tomada de Aciprensa

“Así comienza el Evangelio que hemos escuchado. Desde hace algunas semanas parece que todo se ha oscurecido. Densas tinieblas han cubierto nuestras plazas, calles y ciudades; se fueron adueñando de nuestras vidas llenando todo de un silencio que ensordece y un vacío desolador que paraliza todo a su paso: se palpita en el aire, se siente en los gestos, lo dicen las miradas.

Nos encontramos asustados y perdidos. Al igual que a los discípulos del Evangelio, nos sorprendió una tormenta inesperada y furiosa. Nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados; pero, al mismo tiempo, importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos, todos necesitados de confortarnos mutuamente”, inició el papa con la meditación del Evangelio de San Marcos 4:35 (...)

“¿Por qué tenéis miedo? ¿Aún no tenéis fe?». Queridos hermanos y hermanas: Desde este lugar, que narra la fe pétrea de Pedro, esta tarde me gustaría confiarlos a todos al Señor, a través de la intercesión de la Virgen, salud de su pueblo, estrella del mar tempestuoso. Desde esta columnata que abraza a Roma y al mundo, descienda sobre vosotros, como un abrazo consolador, la bendición de Dios.

Señor, bendice al mundo, da salud a los cuerpos y consuela los corazones. Nos pides que no sintamos temor. Pero nuestra fe es débil Señor y tenemos miedo. Mas tú, Señor, no nos abandones a merced de la tormenta. Repites de nuevo: “No tengáis miedo”. Y nosotros, junto con Pedro, “descargamos en ti todo nuestro agobio, porque sabemos que Tú nos cuidas”, meditó el sumo pontífice, para luego seguir la bendición en la plaza de San Pedro, acto que fue transmitido por Telecadena este viernes a las 11 de la mañana. 

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