El trabajo "más antiguo del mundo" implica compartir fluidos, pero en plena pandemia mundial por coronavirus esto se convierte en una sentencia de muerte.
Por lo que, al igual que otros negocios, las trabajadoras del sexo han tenido que adaptarse para realizar su trabajo respetando las medidas de bioseguridad que exigen las autoridades sanitarias en Estados Unidos y el mundo.
En ese sentido, muchas han recurrido a la creatividad para poder ganarse el sustento sin correr el riesgo de contagiarse del mortal virus que ha matado más de 340 mil personas en todo el mundo.
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Algunas piensan vestirse de enfermera y sacar un termómetro; si la temperatura del cliente es normal, seguirán como si fuera parte del juego. Si tiene fiebre, se terminará la sesión.
Recomendaciones
Además de tomar la temperatura del cliente, las sexoservidoras han diseñado un plan de retorno seguro que incluye varias medidas recomendadas por grupos de defensa y autoridades de salud de todo el mundo.
Entre estas, que sus clientes se laven las manos antes de tocarlas. Nada de besos, también deben usar mascarilla y evitar posturas cara a cara.
Otras han optado por la prostitución virtual que no representa un riesgo porque no hay contacto físico.
Por su parte, la organización Unaids ( Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/sida) advirtió que no hay otra forma pues las trabajadoras del sexo se ven obligadas a volver a sus labores para llevar comida a sus hogares.
Aunque los datos de cómo el virus ha afectado a este sector son escasos, las organizaciones de ayuda y los abogados defensores de dichas trabajadoras aseguran que la pandemia está siendo devastadora.
Contra las leyes y frente al temor de contagiarse
Caty Simon, una sexoservidora reveló que la mayoría de sus compañeras han optado por dejar este oficio, ya que además de ser ilegal temen contagiarse del coronavirus.
También, la demanda de los clientes se ha enfriado a medida que aumenta el desempleo en los Estados Unidos, pues los hombres deciden privarse de este tipo de gastos y priorizar por la salud y alimentación.
Sin embargo, hay clientes que buscan aprovechar la situación y piden una rebaja porque saben que los tiempos son difíciles.
Los defensores de Derechos Humanos, temen que haya repunte de violencia contra estas mujeres, pues al haber menos clientes podrían ser menos selectivas y aceptar a quien les pague.
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