El papa Francisco consagró el viernes 25 de marzo Rusia y Ucrania al Inmaculado Corazón de María en una ceremonia en el Vaticano, en la que pidió la paz y condenó la destrucción de la guerra.

La liturgia por la paz se celebró al mismo tiempo en la Basílica de San Pedro del Vaticano y en Fátima (Portugal), donde Francisco envió al limosnero papal, el cardenal Konrad Krajewski, pero además el papa había pedido en una carta a todos los obispos y los fieles del mundo que se unieran al acto.

"En estos días siguen entrando en nuestras casas noticias e imágenes de muerte, mientras las bombas destruyen las casas de tantos de nuestros hermanos y hermanas ucranianos indefensos", dijo el pontífice en su homilía.

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"La guerra atroz que se ha abatido sobre muchos y hace sufrir a todos, provoca en cada uno miedo y aflicción. Experimentamos en nuestro interior un sentido de impotencia y de incapacidad", añadió.

Volver a Dios

El papa Francisco afirmó que "las seguridades humanas no son suficientes" y se necesita "la presencia de Dios, la certeza del perdón divino, el único que elimina el mal, desarma el rencor y devuelve la paz al corazón".

Y opinó que las personas por sí mismas no logran "resolver las contradicciones de la historia" ni las del corazón humano, por lo que necesitan "la fuerza sabia y apacible de Dios".

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"Necesitamos el Espíritu de amor que disuelve el odio, apaga el rencor, extingue la avidez y nos despierta de la indiferencia. Necesitamos el amor de Dios porque nuestro amor es precario e insuficiente", apuntó.

Por eso, "en unión con los obispos y los fieles del mundo", Francisco deseó "llevar al Corazón inmaculado de María todo lo que estamos viviendo; renovar a ella la consagración de la Iglesia y de la humanidad entera y consagrarle, de modo particular, el pueblo ucraniano y el pueblo ruso, que con afecto filial la veneran como Madre".

Ucrania pidió consagración

La Conferencia Episcopal ucraniana había solicitado al papa Francisco que consagrara al Inmaculado Corazón de María a los dos países contendientes "tal y como pidió la Santísima Virgen en Fátima", en referencia a las supuestas revelaciones que la Virgen entregó a tres jóvenes pastores en la localidad portuguesa de Fátima en 1917.

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La Virgen, según el segundo misterio, exigió la consagración de Rusia, que aquel año empezaba la revolución que desembocaría en su etapa soviética, o de lo contrario el país "difundiría sus errores por el mundo promoviendo guerras y persiguiendo a la Iglesia".

El papa Pío XII ya consagró este país el 7 de julio de 1952 en su Carta Apostólica "Sacro vergente anno" y el 21 de noviembre de 1964 Pablo VI la renovó, en el marco del histórico Concilio Vaticano II.

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