La organización Human Rights Watch (HRW) ha destapado esta situación, revelando cómo el crimen organizado ha tejido sus redes en la selva pantanosa, donde el terreno accidentado es solo el preludio de los horrores que enfrentan los migrantes.
Más de medio millón de personas, provenientes mayormente de Venezuela, Ecuador y Haití, han atravesado este inhóspito territorio en el último año. Pero ahora, no solo luchan contra la naturaleza implacable, sino también contra la amenaza palpable del Clan del Golfo.
HRW recopiló testimonios de unos 300 migrantes, desglosando las razones que los impulsan a huir, los desafíos que enfrentan en el camino y la escasa protección que reciben.
En su informe, la organización destapó una realidad que va más allá de las narrativas convencionales, revelando los abusos perpetrados por organizaciones criminales en el trayecto hacia Estados Unidos.
La selva del Darién abarca unos 17 mil kilómetros cuadrados de bosque y humedades y se sitúa en entre el departamento de Cochó (Colombia) y la provincia del Darién (Panamá).
Una odisea en el Darién
Ya sea por violencia, pobreza o persecución política, las personas huyen buscando refugio en otras tierras, pero se topan con organizaciones criminales durante este peligroso viaje.
En el Tapón del Darién, es el Clan del Golfo el que impone su presencia del lado colombiano, regulando rutas, extorsionando y tratando a los migrantes como mercancía.
Más allá del narcotráfico, que constituye su principal actividad, el Clan del Golfo ha incursionado en el tráfico de migrantes. Controlan las rutas, deciden quién puede ayudar a los migrantes y extorsionan a aquellos que se benefician del flujo migratorio
Para estos criminales, según HRW, cada persona representa un ingreso de aproximadamente 125 dólares (cerca de 3,100 dólares), según las estimaciones del Ejército de Colombia.
Un macabro cálculo que ha generado ganancias de unos 57 millones de dólares (alrededor de 1,412 millones de lempiras) en los primeros 10 meses de 2023.
De acuerdo a HRW, el Clan del Golfo combina el tráfico de drogas con el de migrantes, utilizando estrategias para evadir la intervención de las autoridades. En ocasiones, lanzan a los migrantes al mar para avanzar cuando la Armada colombiana se acerca.
De un infierno a otro
La pesadilla no termina con la salida de Colombia, pues del lado panameño, los migrantes se enfrentan a una nueva realidad: delincuentes que esperan para robar y abusar.
Médicos Sin Fronteras ha atendido a 950 personas, en su mayoría mujeres, que han reportado violencia sexual al cruzar el Darién desde abril de 2021.
La falta de leyes y rutas que velen por los derechos humanos de los migrantes permite que estos horrores persistan, convirtiendo su travesía en una lucha desesperada por la supervivencia, concluyó la organización.
Es así que en el Tapón del Darién, la esperanza se ve eclipsada por la sombra del crimen organizado. Los migrantes, ya vulnerables por las condiciones extremas de la selva, ahora deben enfrentarse a una nueva amenaza: la extorsión que convierte su búsqueda de un futuro mejor en una travesía infernal.
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