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TUNOTA

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Agonizante salud pública para un pueblo pobre y enfermo

Un derecho elemental e irrenunciable es el acceso a los servicios de salud garantizados, equitativos, de dignidad y de calidad.


Y si hay un principio esencial que es vulnerado, éste es la atención a los pacientes. La evidencia es incontrastable, como en efecto lo ha vuelto a denunciar el personal sanitario del Hospital El Tórax de la capital.

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Los médicos y profesionales de la enfermería han retratado en toda su dimensión la calamidad en la que llevan a efecto su labor: sin insumos, sin equipo y sin medicamentos.

En lugar de atender la emergencia, las autoridades de Salud se han mostrado intolerantes y empecinados en negar que el sistema sanitario esté en la miseria y le han trasladado la culpa a “otros”.

¿A quiénes les vamos a dar la razón: a los médicos sin armas para luchar por la vida de los pacientes o a los funcionarios que nos presentan indicadores maquillados del estado de la salud?

¡Vaya si es lamentable, asimismo, que los Colectivos de Libre hayan amenazado a los doctores que valientemente han hecho pública la ruina en que se encuentra el Instituto Cardiopulmonar y que, por mucho o poco, es el mismo estado del resto de hospitales y centros sanitarios!

En medio de esta crisis insostenible, el ministro José Manuel Matheu ha confirmado la aplicación de una “nivelación” salarial de casi 20,000 lempiras que, en realidad, es un incremento en provecho suyo y en beneficio de dos de los subsecretarios del ramo.

La disposición administrativa es una “bofetada” en tiempos en que los hospitales no tienen medicinas, ni algodón, ni guantes, ni jeringas; tampoco equipos en buen funcionamiento y con una mora de 15,000 cirugías.

Es hora de retomar la cruzada en defensa de la salud pública y de terminar con todas las pestes que han carcomido el aparato sanitario por la falta de médicos, de medicinas y de insumos.

Los hondureños más necesitados no tienen esperanza de ser sujetos de una atención humanitaria y solidaria. La precariedad es de tal dimensión que nuestros semejantes prefieren morir en el abandono; sencillamente no hay más salida; nuestro sistema asistencial está en agonía desde hace mucho tiempo.

Los hondureños están condenados a muerte mientras el sistema de salud no sea transformado sobre la base de la justicia, la equidad y el humanitarismo, y en tanto el Gobierno les permita a los grupos radicales e ideologizados que se tomen los hospitales, en perjuicio de los pobres que llegan en busca de una atención digna.

Estamos del lado de las víctimas, cuya vida nunca debería estar en riesgo a causa de un aparato sanitario que está sumido en el desastre. 

¡Que se haga la justicia para los hondureños disminuidos por las enfermedades y lacerados por los mismos gobernantes que no están interesados en mejorar los servicios de salud!


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