La pobreza de la mente
Se trata de entender que en la medida en que mi manera de pensar cambie, en esa medida cambiará igualmente mi entorno
La pobreza en Honduras sigue siendo el principal reto de los gobernantes y la más grande deuda social en el país, el desequilibro que año tras año se ve agudizado por factores como la falta de acceso a la educación de calidad, la baja cobertura de salud y los altos niveles de desempleo, suman cada día una pesada carga que la población difícilmente ha podido sobrellevar.
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A menudo cuando hablamos de pobreza, automáticamente nos remitimos a la condición socioeconómica de un importante sector de la población, 73% para ser específicos, que no puede acceder a los recursos suficientes para atender sus necesidades básicas de alimentación, vivienda, salud, educación y agua potable entre otros, que le permitan un adecuado nivel de vida.
Si bien este es un fenómeno estructural e histórico, hay otro tipo de pobreza que es igual o más peligrosa para el individuo, para las familias y para la sociedad, me refiero a la pobreza mental, que de acuerdo a expertos, representa nuestra forma de pensar y que es clave para alcanzar en la vida, el éxito o el fracaso, la plenitud o la frustración, lograr las metas que se propone o quedarse en el camino en medio de la queja y la dificultad.
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Nuestra manera de pensar está determinada por las ideas y en este renglón, la ciencia ha comprobado que todo aquello que domine la mente, de manera casi automática dominará los pensamientos, y lo que domine nuestros pensamientos dominará toda nuestra vida.
Uno de los líderes espirituales por quien tengo el más alto respeto y estima, me compartió en cierta ocasión, de al menos ocho formas básicas de pensamiento conocidas como “paradigmas mentales” que debemos aprender a desechar de nuestras vidas si anhelamos tener una mente renovada y productiva que nos mueva a salir de un estado de conformismo y autocompasión, hacia uno en donde la mentalidad sea nuestro principal aliado en la lucha por la superación personal, profesional, familiar y de país.
- Mentalidad de fracaso; Está en aquel que piensa que nunca nada le saldrá bien en la vida, que se quedan en la posibilidad y no en el intento.
- Mentalidad de frustración; Es propia de aquel que falló en algo y a partir de ese momento cree que todo será igual, o que están destinados a fracasar.
- Mentalidad del negativo; Es la de quienes llenan su mente de pensamientos destructivos y derrota. No tienen la capacidad de encontrar lo positivo de las circunstancias y para ellos, nada se hace bien.
- Mentalidad pesimista; Se manifiesta en quienes son superados fácilmente por los problemas y adversidades de la vida.
- Mentalidad débil; Se posiciona en personas que no tienen fuerza de carácter y son vulnerables a cualquier otra forma de pensamiento. Siguen lo que dice la mayoría.
- Mentalidad del acomplejado; A menudo se presenta en personas que no han podido superar un pasado de burla y menosprecio que les ha marcado para toda la vida. Se cree inferior a todos.
- Mentalidad del atormentado; Se presenta en aquellos que inventan imágenes de situaciones trágicas o de desgracia continúa.
- Mentalidad de temor: Está en aquel que no busca generar cambios, se mantiene estático y sin aspiraciones, le tiene miedo a todo, hasta a sus propias decisiones.
Debemos reconocer que muchas veces vivimos rodeados de paradigmas que no nos permiten ver más allá de la realidad inmediata y presente y que vivimos permanentemente asediados por pensamientos destructivos que inciden de manera notable en nuestro comportamiento individual, familiar y social.
No se trata de cambiar con la mente una realidad visible como quien tiene una varita mágica, se trata de entender que en la medida en que mi manera de pensar cambie, en esa medida cambiará igualmente mi entorno y mi forma de enfrentarme a las circunstancias diarias, con eso ya se habrá dado un paso importante.
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