Uno de los retos principales a enfrentar en los procesos electorales que se avecinan, además de garantizar la legalidad y la transparencia, está concentrado en vencer el abstencionismo, fenómeno considerado como una actitud de rechazo o apatía asumida por la ciudadanía ante el descontento con una clase política irrespetuosa de la ley y enemiga de las buenas prácticas administrativas.

El abstencionismo es un síntoma de inmadurez política, es el reflejo claro del desencanto social ante el hecho de que las cosas no van a cambiar al margen de quien gane las elecciones, es la señal clásica de una democracia en deterioro en donde hay escasez de calidad en el producto político que se ofrece en los diferentes niveles electivos.

En Honduras las estadísticas vienen mostrando que desde hace poco más de dos décadas, se agudiza el distanciamiento entre la ciudadanía y la élite política producto de la creciente desconfianza en los mismos partidos y su liderazgo, acusados o señalados en múltiples escándalos de corrupción, financiamiento irregular y abuso de poder entre otros y que los mantienen como las instituciones con los más bajos niveles de credibilidad entre la población.

Aunque algunos analistas opinan que la no participación electoral es considerada como la mayor expresión de la oposición política o de malestar con las ejecutorias de los políticos, no menos cierto es que abstenerse de votar, ya sea por apatía o por rechazo, termina consolidando estructuras políticas dañinas que al final se traducen en más pobreza, desempleo, corrupción e ingobernabilidad.

¿Cómo vencer el abstencionismo? Primero es importante dar pasos concretos a nivel institucional con la obligatoria depuración del Censo Nacional Electoral, esta es una condicionante para la buena administración de los procesos primarios y generales ya que constituye la base de datos oficial de las personas realmente  habilitadas para ejercer el sufragio, este es sin duda, el instrumento fundamental para la transparencia y la legalidad de los resultados.

Una segunda estrategia debe ir orientada a  la aplicación de nuevas formas de acercar al ciudadano a las urnas, el voto anticipado, el voto electrónico, la ampliación de la jornada electoral y otros mecanismos similares que incentiven la participación, claro está, que para esto se demanda voluntad política para reformar las leyes electorales, sacrificio que hasta ahora, nuestra retrograda clase política parece no estar dispuesta a hacer.

Finalmente, hemos venido hablando de una permanente campaña de formación cívica y ciudadana a través de los medios de comunicación y de las diferentes organizaciones no gubernamentales, a fin de divulgar mensajes con sentido de compromiso social y orientadas a educar y formar en valores, enseñando la importancia de participar para delegar responsabilidad, ejercer ciudadanía no solo mediante el voto sino de la participación activa en la solución de los principales problemas de sus comunidades.

Si bien el voto es voluntario y el abstenerse de votar es también un derecho, nuestra reflexión va encaminada a promover la participación ciudadana, la representación debe ser significativa, la democracia representativa se delega mediante el voto y por tanto hay que ejercer ese derecho, hay que escoger entre todos a los mejores, a los menos viciados, a los menos señalados, recordemos que con el voto, también se castiga a los políticos abusivos y a los que poco o nada han hecho por el beneficio de la nación.

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