La violencia en línea está estrechamente relacionada con las prácticas de desinformación que utilizan los promotores de esta infodemia que busca distorsionar, erosionar la reputación de las personas, la credibilidad en las instituciones y medios de comunicación para conseguir sus propósitos de silenciar, acallar, sembrar miedo y socavar la institucionalidad, la democracia y la libertad de expresión y el derecho de y a la información.

En Honduras la violencia en línea escala cada vez sus formas de expresión en un contínuum que busca restar voces al debate público. Solo en el país se han detectado un ejército de troles de 8 mil personas al servicio de uno de los tres poderes del Estado que mediante prácticas difamatorias atentan contra el ejercicio de la libertad de expresión, y es probable que el número sea mayor.

El mayor incentivo que tienen este grupo de troles es la desinformación que cobra fuerza en sociedades polarizadas y con democracias frágiles como la hondureña, donde apenas un 32% apoya la democracia según los últimos datos ofrecidos por el Latinobarómetro 2023.

La violencia en línea es una de las mayores formas de presión y ejercicio para instalar el miedo, en especial para quienes ejercen posturas críticas y va acompañada de fuertes dosis de desinformación. La desinformación puede afectar a todos, en general, y a todos, sin excepción.

De ahí que, siguiendo normas de la Unesco, instituciones especializadas y un diagnóstico de percepción de medios a nivel nacional, un grupo multidisciplinario de periodistas, comunicadores comunitarios, academia y expertos de sociedad civil presentaran una hoja de ruta de 10 prácticas para detectar y denunciar desinformación.

Integrantes de un programa regional de autorregulación que promueve la cooperación sueca a través del ITP, su esfuerzo colectivo busca aportar a un debate que permita contrarrestar la desinformación, promoviendo prácticas como protocolos, códigos y manuales de ética, estilo, seguridad y figuras que apunten a fortalecer el periodismo en sociedades democráticas. Estas prácticas aplican para todos quienes, en más de una ocasión, han sido víctimas de información engañosa, errónea o falsa.

¿Cómo contrarrestar entonces la desinformación?: verificando las fuentes, ésta es confiable, reconocida o acreditada. Checar la URL o sitio desde donde se difunde, sí es un sitio comercial, un blog personal, un sitio académico o de fuente acreditada; no hacer viral información sobre la que no tenemos certeza, información falsa, errónea o engañosa; no dar voz a actores de dudosa procedencia, anónimos o que usan perfiles falsos. Verificar la hora y fecha de publicación; cuidar las imágenes que se difunden. Las redes sociales son un fuerte promotor de desinformación, pero en su mayoría éstas tienen mecanismos de denuncia, hay que hacer uso de ello.

Los batallones de troles estarán ahí, los call center, los bots y cientos de perfiles anónimos, también, pero en la medida que aprendamos a contrarrestar la desinformación y a identificarlos, denunciarlos y detectarlos, en esa medida expondremos a quienes quieren acallar las voces y buscan socavar las democracias. Hay que cerrar ese círculo de miedo.