En medio de un entorno político viciado, deteriorado y con escasez de liderazgos como el que Honduras viene experimentando hace ya más de tres décadas, ha sido desafortunadamente normal acostumbrarnos a un sistema democrático débil, en decadencia, reflejado en la falta de representatividad ciudadana y con una marcada obsesión por ejercer control y poder mediante la manipulación de masas, con políticas mediáticas de corte populista que en poco o nada abonan al desarrollo social y económico de la nación y sus habitantes.

Como si se tratase de los argumentos técnicos casi perfectos en el fútbol, o de la mejor idea táctica y total concentración en el ajedrez, el término “juego del poder”, con el que titulamos esta columna, se refiere de manera específica, a la frecuente interacción de estrategias de distracción social cuidadosamente diseñadas y por medio de las cuales, la clase política ejerce control y hace prevalecer su sistema de intereses sobre los de los diferentes sectores sociales.

El juego del poder se presenta a diario en las diferentes esferas políticas, en las maniobras estratégicas diseñadas desde el ejecutivo y respaldadas por el Congreso Nacional para mover las leyes a su antojo y conveniencia, como recién aconteció con la secretividad en los contratos suscritos con farmacéuticas para la compra de vacunas, o en la utilización de los recursos financieros del estado para ganar voluntades y contratar o poner a su favor a contrarios y partidarios valiéndose de hábiles maniobras legales e ilegales con el fin de consolidarse.

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También se ejerce control sobre los demás mediante la intimidación, la mentira sobre las reales intenciones políticas o modificando sutilmente las percepciones ciudadanas con relación a los verdaderos problemas del país, es inconcebible, por ejemplo, que en medio de una larga y pesada crisis sanitaria, sumada a la inseguridad social, violencia y pobreza, se siga hablando de política como tema prioritario.

No es extraño entonces, encontrarse con que el juego cambia de acuerdo a las circunstancias y los tiempos, las estrategias que en un momento se desecharon por considerarlas inapropiadas, años después se convierten en la base del régimen vigente, los jugadores también se acomodan a los sistemas estratégicos, dinero llama dinero y poder llama poder.

Fuera del campo de juego, mientras tanto, la gente que acompaña a esta clase política en deterioro, espectadores silenciosos muchos, conocen en gran medida las tácticas erróneas, las intenciones oscuras, los participantes, sus acuerdos y desacuerdos, pero terminarán por acomodarse a cambio de favores o simples conveniencias aún conociendo que la inexistencia de políticas públicas concretas afecta a una mayoría social que urge y clama por verdaderos cambios

El sistema político hondureño contempla una serie de reglas que se aplican a este juego del poder y que exige que ciertos cargos públicos, entre ellos el de Presidente de la República, alcaldes y diputados, deben ser electos según la preferencia de los votantes en procesos electorales abiertos, participativos, pacíficos y transparentes, pretender pasar por alto este derecho ciudadano mediante prácticas irregulares y recurriendo al miedo o la violencia electoral, es apelar a estrategias deshonestas e ilegales para ganar una partida.

Aldo Romero / Periodista y Catedrático Universitario @aldoro/aldoromerohn@gmail.com 

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