Con la crisis del nuevo coronavirus conocido como COVID 19, los esfuerzos mundiales por frenar la propagación de la pandemia han obligado a los gobiernos del mundo a tomar medidas extremas cerrando ciudades, países y regiones completas, mientras el virus sigue extendiéndose sin respetar fronteras cobrando la vida de miles de personas, las economías se tambalean, las bolsas de valores caen, baja también la demanda por los combustibles fósiles y pierden valor en los mercados, mientras la ONU ya advierte que por el coronavirus se perderán entre 5,3 a 24,7 millones de empleos en el mundo.

Un solo virus ha sido capaz de poner a temblar hasta las potencias económicas más encopetadas, por muchos años se ha creído que solo los países en desarrollo son vulnerables, sin embargo, el coronavirus ha venido a demostrar que en este planeta nadie es infalible y somos más frágiles de lo que pensamos.

Las condiciones actuales nos deben hacer reflexionar sobre qué vamos a hacer cuando se cumplan las predicciones científicas sobre el Cambio Climático y sus graves repercusiones, he sido testigo presencial en las ultimas 5 cumbres mundiales de la ONU, cuando los hombres de la ciencia en sendos informes nos han advertido a todos, que de no frenar a la mitad las emisiones de gases de efecto invernadero antes del año 2030 y reducirlas a cero antes de 2050, nos preparemos para enfrentar hasta 6 fenómenos extremos por año, manifestándose estos en la salud de los seres humanos como ya está ocurriendo con el covid-19 a nivel mundial, como ocurre también en Honduras con las muertes por dengue grave y los más de 10 mil nuevos casos de cáncer entre otros virus y enfermedades que irán apareciendo de forma gradual.

Otro fenómeno extremo para considerar son las plagas que ya nos dejan sin alimento en las zonas productivas, países africanos como Kenya, Etiopía y Somalia están siendo sacudidos ahora por incontrolables enjambres de langostas del desierto considerada la epidemia migratoria más peligrosa del mundo porque en cuestión de horas con un apetito voraz reducen a la nada, millones de hectáreas de cultivos.

Entre estos fenómenos extremos los científicos nos han advertido además de largas sequías, mismas que ya tienen en pobreza extrema y en constante migración a miles de familias del corredor seco de Centroamérica, mientras en otras latitudes fenómenos meteorológicos como los ríos atmosféricos descargan en solo horas cantidades de agua que arrasan con poblados y zonas agrícolas, por su parte el mar no deja de crecer dejando bajo agua a zonas insulares y amenazando la vida de millones de personas que viven a menos de 100 kilómetros de las costas.

El deshielo acelerado de los glaciares es tal que la comunidad científica reportó el hallazgo de 28 virus gigantes de hasta 2,500 genes en un solo glaciar descongelado de la Antártida, asesinos que permanecían congelados desde hace más de 30 mil años, pero que han quedado al descubierto por el calentamiento global propiciado por la mano del hombre debido a la quema de combustibles fósiles, gas y carbón.

No me ajustarían días y meses para seguirles relatando las consecuencias letales del Cambio climático que estamos por enfrentar y pese a esta realidad incontestable, no veo a los gobiernos del mundo actuar con la celeridad que esta emergencia climática demanda para prevenir desastres mayores, el pobre fondo verde del clima es un reflejo, los países altamente industrializados no cumplen con la obligación de colocar recursos en dicho fondo, para compensar los graves daños que ya sufren por sus irresponsabilidades los países en desarrollo y ayudarlos a una adaptación ante el Cambio Climático, sin embargo por el coronavirus en días se están aprobando a nivel mundial billones de dólares para enfrentar su consecuencias, pero no se quiere atender la emergencia climática cuyos impactos supera por miles a este virus lo que nos confirma que seguimos siendo solamente seres reactivos, hacemos todo por obligación y cuando estamos con el agua al cuello, somos enemigos de la prevención y educación, que estoy seguro nos ahorraría con creces los desastres mundiales actuales y futuros.

Cuantos años en negociaciones climáticas logrando consensos a medias para frenar las emisiones de gases contaminantes y tan solo bastaría un poquito de decisión política de los líderes mundiales para ponerle un freno a la desenfrenada actividad industrial, está comprobado que si actuamos con responsabilidad podemos tener un desarrollo sostenible, asegurando que las presentes y futuras generaciones puedan gozar de los recursos naturales que les corresponden en un planeta sano.

El nuevo coronavirus nos está dejando una enorme lección que seguramente no vamos a  aprender y llegaremos en noviembre de este año a Glasgow, Escocia, a la cumbre mundial del clima número 26, a escuchar los mismos discursos vacíos, con negociaciones que fracasan porque primamos los intereses económicos por sobre la vida misma.

Si nos vamos a ensuciar las manos que sea por la TIERRA...