En una comparecencia en el programa Día Político de TSi, el precandidato presidencial de Libertad y Refundación, Carlos Eduardo Reina manifestó: “la democracia no se puede sacrificar bajo ningún punto”.

Entiendo esto, que, para la clase política nacional, las elecciones programadas en el calendario electoral para marzo y noviembre de 2021 se tienen que realizar, llueva truene o relampaguee, aunque estemos en plena pandemia por el del covid-19, una posición que desde todo punto de vista es pretenciosa.

El Consejo Nacional Electoral (CNE) ha manifestado que para el 13 de septiembre de este año se hará la convocatoria a elecciones primarias y generales para 2021 (esperando que el Congreso Nacional no diga lo contrario). Según los consejeros electorales el calendario no tiene marcha atrás y que ya se mandó inclusive, el presupuesto a la secretaría de Finanzas para su discusión y aprobación.

Hay algunas inquietudes, ¿acaso la población estará pensando en política en medio de esta situación difícil de enfermos y muertes que deja el coronavirus? O, ¿es que los políticos quieren jugar enchute con este problema sanitario y llevar agua a su molino en busca del poder de la nación u otros a mantenerlo? Cualquier respuesta será condenada por el pueblo harto de los políticos que solo aparecen cuando quieren el voto.

Habrá que replantear algunos temas por prioridades porque así lo amerita la situación actual y el país, pero en el tema político hay varias propuestas:

  1. Que se suspendan las elecciones programadas para marzo de 2021 y se busque otra fecha, bajo el financiamiento del Estado que alcanza los mil millones de lempiras.
  2. Que los propios partidos políticos hagan sus elecciones internas y que las financien con sus propios recursos.
  3. Que se adopte la opción b como sucedió en 1985 en el país, es decir, un solo ejercicio electoral en noviembre de 2021.

Desde todo punto de vista y dejando la insensatez, apelando a la sabiduría del Consejo Nacional Electoral y del Congreso Nacional, se debe analizar las opciones 2 y 3, (usted tendrá su propia valoración) pensando en el oxígeno que tendrán las finanzas públicas y por otro lado las consecuencias que dejaría el covid-19 en la salud de los hondureños. es urgente poner las cartas sobre la mesa y llevar a la par ambos temas, el respeto al estado de derecho a practicar elecciones libres en el país para que huyan los fantasmas del continuismo y lo otro, salvaguardar hoy más que nunca los intereses de la salud pública.

En el 2017, el costo del ejercicio electoral fue de dos mil 200 millones de lempiras, un oneroso gasto en un país donde la pobreza alcanza el 70 por ciento de su población, esta democracia en Honduras es altamente cara y más aún cuando se dan a la garduña la formación de nuevos partidos políticos.

Señores, no sabemos cuánto durará la alerta roja por el covid-19 en Honduras, pero la Organización Mundial de la Salud (OMS) advierte que será un buen tiempo, entonces pensemos más por salvaguardar la vida de nuestra población antes que pensar en politiquería, porque siempre en río revuelto, ganancia de políticos.