La libertad de decidir es una de los más valiosos privilegios que tenemos los seres humanos, pero también es uno de los más desperdiciados o mal manejados.

Y es que muchas veces consciente o inconscientemente se renuncia a esa libertad y ese derecho y se le traslada ese poder a otra persona: el jefe, el esposo, un hijo, una madre, un líder político, o religioso; incluso a conceptos más impersonales como las circunstancias, el gobierno, o la suerte. Vamos haciendo lo que otros deciden y nos escudamos en una equivocada idea de abnegación, responsabilidad, subordinación o indefensión.

Ahora medita un poco, Dios te creo y te dio libre albedrío, te dio la capacidad y la libertad de decidir, también te dio inteligencia, imaginación, una personalidad y unas preferencias y gustos particulares; todo esto debe ser aplicado a la hora de decidir qué vas a hacer. También las decisiones involucran los valores de vida y la identidad de quienes somos y cuál es nuestro rol en cada dimensión de nuestra vida.

Todos estos recursos y dimensiones de nuestra vida deberían influir cuando tomamos una decisión sobre cualquier cosa, pero sobre todo para las decisiones que son importantes.

Estamos llegando al final de un año muy particular y difícil. Todos sumamos cansancio, estrés, expectativas y deseos de cambiar las cosas, nos acercamos además a una de las épocas más significativas, tanto en lo espiritual como en lo natural: la Navidad y el fin del año. Hay decisiones que tomar, algunas de las que somos muy conscientes, otras que tomamos casi en automático. Algunas de ellas son:

  • ¿Me libero del estrés y cansancio y me voy a disfrutar el feriado?
  • ¿Debo seguirme cuidando o esto ya terminó?
  • ¿Invierto y arriesgo, o ahorro y espero?
  • ¿Emprendo?
  • ¿Me aferro a la tristeza y el temor, o recupero la alegría de la época y encuentro una forma equilibrada y prudente de avanzar?
  • ¿Decido por la salud o por la economía? ¿Es realmente necesaria la elección o puedo avanzar cuidando de ambas?

Estas son algunas preguntas comunes que muchos estamos enfrentando y ante las cuales debemos decidir, dadas las circunstancias nacionales e internacionales, pero claramente hay muchas más que son muy personales y variadas.

¿Puedo confiar en esta persona?; ¿continúo en este trabajo?, ¿comienzo esta relación?, o, ¿termino ya con este compromiso?, ¿asumo este reto?, ¿regreso a casa?, ¿comienzo o continúo este estudio?; ¿hago el viaje?

Las posibilidades son infinitas… todas las personas enfrentan muchas decisiones que deben tomarse y que van definiendo su vida y su futuro.

La pregunta es cómo hacerlo bien, cómo evitar equivocarse; te comparto algunos consejos para decidir con sabiduría.

  1. Eres libre y también responsable de decidir, usa tu libertad y asume tu responsabilidad.
  2. Mantén a tus emociones en control: no son buenas consejeras, siempre las emociones están involucradas, y mientras más importante es un asunto, más emociones hay mezcladas, pero debes poder controlarlas y saber pensar con la cabeza fría, no se trata de no sentir, se trata de no dejarse dominar por ellas. Si es necesario, espera un poco a calmarte y pensar bien las cosas.
  3. Infórmate y analiza: para decidir bien, es clave tener información por lo que debes invertir tiempo en obtener datos confiables, hacer listas de pro y contras, analizar opciones. Cuando conoces y comprendes suficientemente los hechos o la situación y las opciones se toman mejores decisiones.
  4. Habla con alguien a quien consideres conocedor y bien intencionado: hay un proverbio que dice: “En la multitud de consejeros está la sabiduría”. Claro,  deben ser personas en las que confíes tanto por su perfil, como por que querrán el bien para ti.
  5. Tomate el tiempo de revisar bien las diferentes opciones y sus consecuencias: en toda decisión siempre hay varias opciones posibles, aquello de “no tenía alternativa”, casi nunca es cierto, así que antes de avanzar, asegúrate de que has considerado todas las opciones a tu alcance.
  6. Encuentra diferentes y nuevas alternativas: algunas que sean equilibradas y ponderadas y que te dan un territorio seguro para avanzar, aunque no sean las más populares o las más obvias, son tus opciones y son también innovadoras.
  • Pide Ayuda a Dios: él puede ser la mejor y más poderosa fuente de sabiduría, piensa en lo que es correcto, según sus mandamientos e instrucciones.
  • Arriésgate: si no lo haces, estás ante el peligro de quedarte paralizado o como dijimos antes, delegarle la responsabilidad de decidir a alguien o algo más. Decide tú, avanza tú, toma el riesgo; ya has medido las consecuencias y estás preparado.

Espero que en este nuevo mes y en vísperas de finalizar el año, mientras revisas lo que ha pasado y te preparas para el futuro, tomes decisiones sabias que te encaminen a la salud, al crecimiento y la libertad económica; al cuidado de tu familia, al bien común y a la felicidad.