Cuándo se establece que una necesidad es básica, significa que si no la podemos satisfascer por un período de tiempo dado, entonces moriríamos. Por ejemplo, el hombre promedio puede pasar entre 2 y 3  minutos sin respirar antes de empezar a tener problemas y se podría llegar a soportar hasta 5 o 7 minutos sin morir, se puede pasar sin comer entre 40 y 70 días y sin dormir alrededor de 10 días.

Claro, estos son tiempos extremos pero se ha demostrado que algunas personas especialmente preparadas, podrían llegar a soportarlos. Lo que me lleva a la pregunta, ¿cuánto tiempo podríamos sobrevivir sin aprender?

No aprender es tan dañino y mortal como la falta del oxígeno y alimento, la diferencia radica en que el daño se percibe en tiempos mucho más prolongados y los síntomas se manifiestan en nuestro estado anímico y nuestro carácter, en lugar de en nuestro cuerpo, es nuesra alma la que muere poco a poco.

Cuando una persona no puede aprender cosas nuevas, pierde motivación, pierde alegría, comienza a experimentar un hastío y deshidia que luego pueden evolucionar en frustración, enojo y hasta amargura.

Si esta falta de aprendizaje, sucede en el ámbito de relaciones interpersonales, se pierde el interés y las relaciones se convierten en monótonas; si es en el trabajo donde hemos dejado de aprender, entonces nos invade la desmotivación y el aburrimiento y tarde o temprano se pierde la productividad. Cuándo una persona no puede aprender, su mente y su alma comienzan a langidecer y aunque no se siente ningún dolor físico, sí se evidencia en el  ánimo, una enfermedad que consume poco a poco llevando consigo el entusiamo, la energía y dejando en su lugar depresión e irritabilidad.

Por ello es importante y necesario que continuamente estemos aprendiendo cosas nuevas, asumiendo retos que nos exigan experimentar, superar barreras. Cada vez que nos vemos en la necesidad de aprender a usar un nuevo equipo, memorizar nombres de personas, conocer la geografía de una nueva ciudad o barrio,  un nuevo oficio, una nueva función, comprender una nueva teoría, iniciar un nuevo trabajo, un viaje, un proyecto. Todas estas experiencias traen consigo la maravillosa y vivificante posibilidad de aprender. Son como oxígeno y como alimento que sustentan y renuevan nuestra vida intelectual, con ello recibimos un gran bienestar para la autoestima, la valía, la seguridad, el entusiamo y la alegría con que asumimos cada día, cada etapa.

¡Aprovecha cada oportunidad que tengas para aprender! ¡Vive aprendiendo y vivirás mejor!