Con el pretexto de atender la pandemia, el gobierno de Honduras se ha endeudado a límites de riesgo para las finanzas del país, aunque los altos funcionarios insistan en que el país mantiene bajo control la  contratación de empréstitos.

Las cifras oficiales subrayan que la gestión de recursos nacionales y externos para darle respuesta a la urgencia sanitaria ha elevado el endeudamiento del país desde el 45 por ciento al 55 por ciento del Producto Interno Bruto.

Le damos, sin embargo, mayor crédito a los datos procesados por entes de la sociedad civil, especializados en el tema de las finanzas, en cuanto a que la deuda pública de nuestro país ya llegó al 65 por ciento del PIB.

En pandemia, nuestros compromisos de pago por los recursos tomados en préstamos se han abultado en al menos 3,500 millones de dólares, más de 80,000 millones de lempiras.

La deuda pública ha sido una cadena a la que hemos permanecido atados siempre. En la última década, este renglón se incrementó en 340 por ciento, al pasar de 4,800 millones de dólares en 2010, a más de 16,000 millones de dólares a la fecha.

En los últimos dos períodos gubernamentales, nuestro país se amarró con empréstitos cada vez más caros. En 2014, la deuda era de 8,000 millones de dólares; en 2016 y 2017, ascendió a 11,000 millones. Para los años 2018 y 2019, pasamos a los 12,000 millones y el año anterior atravesamos los 13,000 millones, aunque organismos como el FOSDEH estiman que la deuda sobrepasa los 16,000 millones de dólares.

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¿De qué ha servido endeudarnos tanto si todos los recursos comprometidos han ido dirigidos especialmente a la cobertura del gasto? El servicio de deuda nos cuesta más de 40,000 millones de lempiras al año.

Son fondos gestionados, en su mayoría, con altos intereses y que han caído en "saco roto", porque nuestros males se han agravado. La pobreza se disparó hasta hundir al 70 por ciento de la población, la economía se desplomó en diez puntos, el 40 por ciento de las empresas cerraron y nueve de cada diez hondureños de la población económicamente activa tienen problemas de empleo.

Y si le tomamos el pulso al aparato educativo, tenemos que un millón y medio de niños están fuera del sistema y, en el sector salud, la calamidad es mayúscula.

Encima, no hay dinero para el pago de médicos, enfermeras y otros grupos de empleados públicos que han tenido que salir a la calle para presionar por el derecho que les asiste a recibir sus sueldos y salarios a tiempo y en debida forma.

¿Deuda sobre deuda? ¿Dónde está todo ese dinero que nuestras autoridades han gestionado en calidad de préstamos? Porque nuestro país está en peores circunstancias en todos los órdenes.

¿Cómo se interpreta que hayamos caído en el opresivo y angustioso círculo de mayor endeudamiento, más gastos, más burocracia, más impuestos y menos desarrollo socio-económico?

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