El futuro como el presente de la mayor fuente generadora de empleos en el país no podría ser más desalentador.       

Según un estudio del Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales, el 74 por ciento de las micro y pequeñas empresas en la otrora pujante economía del Valle de Sula, están al borde del colapso, mientras que el 40 por ciento del parque industrial del país cerraría operaciones arrastrando a su liquidación a no menos de 500 mil empleos.      

Tiempos duros e inciertos en los que el mayor y masivo generador de empleos ya sólo está luchando por sobrevivir.              

Las proyecciones de los analistas cifran en 600 mil los empleos que se perderán en Honduras al final de la pandemia o al finalizar este año,  si ahora no se hace algo, si ahora no se encuentra el punto de equilibrio entre la protección y la producción, que no será más que llegar a la consensuada necesidad de salvar vidas salvando la economía y salvando los empleos.                                                                                                                          

El país y las autoridades tienen un reto mayor y complejo, pero también una disyuntiva digamos que dilucida.

VEA: Economía postrada y pobreza

Salvando la vida y preservando la salud, salvaremos también la economía y se evitará que miles de empleos, cientos de miles de empleos, desfallezcan o mueran. ¡No puede ser más una dicotomía o una contraposición; no puede ser o una cosa o la otra!

Dejar en la calle a miles de hondureños será como dejarlos morir en vida mientras la evidencia nos dice que el impacto económico, social y humanitario provocado por el confinamiento ha sido peor que el esperado.

 De ahí que el lúgubre escenario, empeorado por  la suspensión laboral de más de 250 mil hondureños empleados en la economía formal, por la aparatosa caída de hasta un 75 por ciento en el subempleo, la reducción en las ventas de hasta un 74 por ciento y el imparable colapso de más del 70 por ciento de los micro y pequeños emprendimientos en el Valle de Sula, demanda decisiones consecuentes, sensatas, pero sobre todo, apegadas a criterios técnico científicos y protocolos médicos sanitarios. 

Las decisiones inteligentes y sensatas impedirán que aquí terminemos de darle el tiro de gracia al trabajo generador de bienestar en los hogares hondureños.   

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 El país debe dar el siguiente paso después de haber levantado gradualmente el confinamiento total. No podemos ya a esta altura, mientras más y más empleos se pierden, mientras más y más emprendimientos se derrumban, seguir aferrados a esa contradictoria disyuntiva de “una cosa o la otra”.

La economía nacional debe salir de su confinamiento para que así también se rescate de la muerte laboral a cientos de miles de hondureños, para que cientos de emprendimientos de todo tamaño, sean salvados del cierre.    

Hay que avanzar entonces señor presidente y equipo sanitario en la estrategia de desconfinamiento gradual, al amparo –eso sí- de protocolos lógicos e inteligentes que empoderen a la par, la estricta vigilancia sanitaria, la dotación de equipo de bioseguridad, el equipamiento de los hospitales públicos, el cuidado de la salud. 

Esos protocolos y las decisiones responsables y consensuadas con la inteligencia, el sentido común y el bienestar general, minimizarán cualquier riesgo de propagación incontenible o de rebrotes más adelante, al tiempo que con una población y actores de la economía responsablemente comprometidos y concienciados por una disciplina colectiva, posibilitarían que la vida, la salud y la preservación de la economía y los empleos, ya no sean más, o una cosa o la otra.

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