“Mira con los ojos de otro, escucha con las orejas de otro y siente con el corazón de otro”: Alfred Adler, psiquiatra.

La empatía es considerada uno de los valores humanos más importantes. Es la habilidad de conectar con los sentimientos, ponerse en el lugar y entender el accionar de otras personas.

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Somos empáticos si tenemos la capacidad de identificarnos con los demás. Empatía viene del griego “em” qué significa en y patía del griego “pathos”, qué significa sentimiento; es decir, en sentimiento con los demás.

Hay varios tipos de empatía, por ejemplo:

• Cognitiva: La utilizamos para comunicarnos de una manera efectiva al ponernos en el lugar de la otra persona y entender por qué piensa como piensa.

• Emocional: sentir lo que el otro siente. Es cuando logramos una conexión emocional.

• Preocupación o solidaridad empática: Acá usualmente pasamos a la acción, hay una predisposición para ayudar a la otra persona.

La empatía se puede desarrollar, pero para poder lograr empatía necesitamos tener inteligencia emocional y desarrollar la solidaridad, tolerancia, escucha activa, comprensión y respeto, entre otros.

Una vez desarrollada la empatía te das cuenta como cada situación tiene diferentes perspectivas y ahí precisamente logras una comunicación más eficaz, relaciones más sinceras y duraderas, evitas los juicios y los estereotipos, toleras la diversidad, evitas las suposiciones y sos más asertivo.

La empatía en el cerebro se genera a nivel de las neuronas espejo que son las que nos ayudan a comprender las emociones de otras personas y hacen posible que el cerebro imite no solo las acciones sino también las emociones de los demás.

La empatía no solo resulta de la educación que recibimos, la formación o la experiencia, también tiene un componente genético importante.

Y cuando sos empático salís de vos mismo y dejas de tomarte muchas situaciones a nivel personal y dejas de ser tan sensible porque entendés que cada cabeza piensa y siente diferente, y que eso se respeta.

No se debe dejar de lado que los valores son innegociables, que mis derechos terminan donde comienzan los de los demás y que lo que no está bien no tengo por qué aceptarlo ni permitirlo.

No olvidemos practicar la empatía de forma responsable. Solo a través de ella entenderemos el estado de ánimo de los demás y nos volveremos más solidarios. Y el mundo lo que necesita es más gente solidaria que se entienda, escuche, apoye, tolere y respete.

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