Cuando inicié en periodismo de deportes hace un par de años, no tenía la mínima conciencia de lo que representaba firmar un artículo. De hecho, quizá como todos, quería reconocimiento. Hoy en día, ya con más de 15 años metido en esta noble profesión, porque noble es, he aprendido el honor que se pone en juego al firmar una pieza periodística.

Recuerdo que Marcial Torres Xatruch, uno de los primeros tutores que me encontré en La Tribuna, defendía el hecho que yo me pudiera firmar mis artículos, dado que en mi condición de "colaborador", el reconocimiento quizá era la mayor ganancia. Sin embargo, fue en esa misma escuela donde fui aprendiendo que solo podía firmarme aquello que me significara honor, es decir, mi propio contenido.

En periodismo, firmar una nota o no, es cuestión de derecho, pero también es cuestión de confianza. Que un periodista pueda firmar o acreditarse una información debe traducirse en el mayor capital de profesionalismo de su carrera.

Decía el célebre periodista mexicano, Rodrigo de Llano, exdirector del diario Excélsior, una máxima que debería ser escuela de vida para todo periodista: "Que no firme el periodista lo que no pueda firmar el caballero" [Scherer García Julio. (2008). La Terca Memoria. Ciudad de México: De Bolsillo]. Es decir, nada que no le lleve honor a un comunicador debería ser objeto de reconocimiento y no solo me refiero a copiar y pegar una información, sino también a aceptar recompensas que no sean fruto de una actividad profesional.

Nadie puede obligar a un periodista a firmar un artículo y tampoco un medio puede interponerse entre la firma de un contenido. Se deben tomar en cuenta la libertad de expresión y la conciencia del periodista en hacerlo.

Sin embargo, existen razones varias para que algunas piezas se firman bajo marca editorial, sobre todo aquellas que pongan en riesgo la vida o integridad del autor. Para ese punto, es válido usar nombres de unidades, secciones o incluso de la redacción misma.

La legalidad de las firmas periodísticas existe en varios países europeos desde ya más de un siglo. Es decir, los artículos han sido firmados desde los inicios mismos de la prensa escrita, pero la protección legal comienza en 1914 en Hungría cuando si un periodista es obligado a acreditarse informaciones que vayan en contra de su propiedad intelectual. Luego siguieron los franceses, los británicos y los españoles.

Una vez más, firmar un copy/paste, firmar un plagio con tu nombre, pretender librarse de responsabilidades con un "fuente, o tomado de", debería ser juzgado tal cual corte de honorabilidad en la carrera periodística. Ceder los créditos de una información no es cortesía, es cuestión de honor y principios.

Según José Cervera [11 de enero de 2014. Una cuestión de firmas, Madrid: eldiario.es], firmar un contenido es el "combustible que mantiene funcionando a las redacciones" y además suma: "Tampoco es sólo una cuestión de etiquetado, porque en la firma hay una evaluación de calidad".

Al final de todo esto, que esta columna sirva de alguna manera para recordar que los periodistas nos debemos al buen contenido y que por el mismo se nos juzgará como profesionales. El periodista se juega su honor en cada pieza que produce y se evalúa en cada firma sobre las mismas.

En tunota.com entendemos el respeto a la generación de contenidos y desde los inicios hemos impulsado que los periodistas puedan firmar sus contenidos, como parte del ejercicio mismo del periodismo, como parte de la confianza que se le debe generar a las audiencias de parte de quiénes general la información. Y será una máxima seguir haciéndolo.

Finalmente, agradezco al consejo editorial de tunota.com por permitirme seguir escribiendo de periodismo en este blog.