“Utopía, o El cuerpo repartido y el mundo al revés,” película hondureña, casi desconocida y pieza fundamental en esta naciente cinematografía nacional, rodada en el año 1974, lastimosamente nunca estrenada en nuestro país y perdida por un tiempo hasta que, para el cambio de siglo, afortunadamente Fawsi, hijo del gran cineasta hondureño Fosi Bendeck se encontró en Alemania con una pobre copia del montaje final en formato de TV Movie que, por ello no contiene todo el material trabajado en su producción. Agradecemos a este amigo comprometido con el cine nacional quien remitió inmediatamente a Honduras esta joya sabiendo el valor artístico, histórico y social que ella tiene.

Para el año 2015, en una panorámica de cine hondureño que publiqué en la Revista de Arte de la UNAH identificaba a “Utopía…”, [en] un pequeño grupo de películas que, de igual manera, cuestionan las posibilidades del medio y la participación del espectador. La ambigua condición de estas películas se convierte en un espacio de meditación acerca del ser y de la técnica cinematográfica como medio para explorar conductas. La película es técnicamente sencilla pero conceptualmente poderosa, evocadora y provocadora.” Y agregaba que, “plantea un punto de partida tan vigoroso, genuino y comprometido, que nuestra cinematografía debe replantearse a sí misma, en la actualidad, para estar a la altura de lo trazado en sus orígenes.”[1] El amigo cineasta Roberto Budde, coincide conmigo en una conversación que sostuve sobre este film en que, “siendo una película impecable con un reparto de lujo, los cineastas jóvenes hondureños tienen que estudiar “Utopía…” y ser consientes que el cine nacional nace con unas raíces extraordinariamente fuertes.

De una manera muy personal, el trabajo de análisis que comparto a continuación, es producto de en estudio libre de está maravillosa película, tomando en cuenta el pensamiento de su autor principal (Raúl Ruiz) con relación al cine, la dinámica de creación que conllevó, y su lectura presente en un acercamiento a su percepción, por parte de las nuevas generaciones que, acostumbradas a un cine muchísimo mas dinámico, pondrán en marcha junto a mi, un ejercicio de lectura abierta y buscarán conclusiones que les merezcan en esta enrevesada puesta en escena fílmica.

Para comenzar me gustaría recordar someramente como surge este proyecto tan importante para el cine nacional. Gracias a conversaciones con mi querido amigo y maestro Eduardo Bähr, protagonista y testigo desde el germen en la preproducción de esta película, sé que se origina por encargo de la televisión alemana, cuya dinámica e inquietudes culturales de ese momento, fomentaron mucho el cine independiente local e internacional. La comisión se la hace la ZDF Zweites Deutsches Fernsehen  (Segunda Televisión Alemana) al cineasta chileno, ya en ese momento exiliado en Francia, Raúl Ruiz, seguramente por medio de la conexión del maestro Carlos Bröker, con la intensión de que la película solicitada refleje atisbos que ayuden a definir el “Ser latinoamericano.” Como ya es sabido, el ya fallecido Ruiz, director franco-chileno, era por así decirlo, miembro meritorio de las “hermandades intelectuales que admiraban el trago”, como lo puntualiza  Fernando Villagrán, para el programa televisivo Off de Record, en una presentación, previo a una entrevista con el mismo Ruiz, diciendo que este era “Amigo de los bares y Amigo de sus amigos”[2] y como recuerda Eduardo, aquí en Honduras, Ruiz siempre andaba una “redoma” de licor como acompañante.

Raúl contacta con, Sami Kafati, hondureño vinculado a Chile por muchas razones, una de ellas fue trabajar la fotografía de un documental sobre, y con el gran poeta Pablo Neruda. Seguramente, Ruiz contacta a Sami a sabiendas que éste último tiene equipo de primera mano, suyo propio para grabar producciones de cine en 16 mm, y porque como nos indica Eduardo, ya había derrochado el financiamiento dado para ese proyecto, es así como por un golpe de suerte, el proyecto se modifica en su concepto y, en lugar de hacer una película sobre el SER latinoamericano, se logra proponer una exploración fílmica del SER hondureño.

Bähr, nos comenta en primera persona que “Raúl había acabado, no se sabe cómo, con el presupuesto de la televisión alemana, así que llegó a Honduras sin dinero y con un vago proyecto. Buscó a Sami y ambos llegaron a mi casa para darle forma a lo que sería una película esta vez sobre la naturaleza humana del latinoamericano desde la reducida óptica de la naturaleza del hondureño. A medida que se llevaba a cabo el proyecto Raúl Ruiz recibió más de una sorpresa en relación con esa naturaleza humana. Sami, que no sabía exactamente lo que Raúl quería me dijo que yo escribiera el guión. Pero Raúl, quien siempre andaba acompañado de un zurrón de cuero que contenía una damajuana de ron hondureño de cinco litros, dijo de pronto que lo que quería era una película sin guión, en base a la improvisación de actores y actrices y cuyo argumento sólo consistiría en el viaje, por todo Honduras, de dos vendedores en busca de un camarada perdido.” [3]

Aquí Eduardo, en estas pocas líneas, además de atestiguar la manera irreverente, y a la vez magistral, con la que Raúl Ruiz enfrentó la creación cinematográfica desde estas sus primeras producciones, agrega algo en lo que yo no puedo estar mas de acuerdo, que debido a la insistencia de Ruiz de trabajar de esta manera -sin guión-  “Honduras se perdió de tener al mejor guionista de cine de todos los tiempos y de todas las galaxias [el Señor Eduardo Bähr].”

Otro dato relevante necesario de mencionar es que la película se vuelve una coproducción tripartita, Alemania-Chile-Honduras, en tanto, una de las primeras coproducciones realizadas en el área centroamericana con dos países: uno de América y otro de Europa. María Lourdes Cortez, investigadora costarricense, en su magnífico compendio sobre historia del cine en la región “La pantalla Rota” enumera muchas coproducciones, principalmente con el vecino país México, algunas con Estados Unidos y con Chile, haciendo énfasis en “Alcino y el Cóndor” 1982, película nicaragüense, hasta ahora la única nominación a los Premios Oscar para Centro América como película extrajera, dirigida por Miguel Littin, otro chileno exiliado militante como Raúl Ruiz. Dicho sea de paso, es una pena muy grande que en esta edición del magnifico libro de Cortez que recoge una cronología del cine en Centro América, “Utopía..” no sea mencionada, seguramente porque en el momento de esta investigación dicho film estaba perdido y en el olvido. Pero definitivamente es de las mas grandes ausentes, tomando en cuenta su importancia y su peculiaridad.

   El aporte de Honduras en esta coproducción, ya habiendo mencionado la incursión de dos grandes profesionales hondureños como Sami y Eduardo en el proyecto, se extiende a todo el elenco principal y de apoyo en casi su totalidad hondureño, y en la parte técnica el trabajo invaluable de una de las mujeres pioneras en la creación cinematográfica en Honduras como lo es Norma Kafati, esposa y ahora viuda de Sami, encargada del sonido de esta pieza.

Entre los rostros que dieron imagen, presencia y esencia a algunos de los personajes centrales de esta gesta fílmica están, además de Eduardo Bärh y el mismo director Raúl Ruiz, Fosi Bendeck, German y Norma Leitzelar, Saúl Toro, Virgilio Guardiola, Eduardo Licona, René Reyes, El loco Divino, Federico Ramírez, y Armando García entre otros, todos ellos han marcado a este momento presente, grandes contribuciones a la cultura, a la política y al pensamiento nacional, este último (Armándola) amigo incorregible es, en la actualidad, un referente profesional indiscutible de altos kilates, escritor cuestionador, provocador, incitador a que podamos ver mejor las cosas, si somos capaces de poner el “SER” (nuestro cuerpo) repartido y el mundo al revés, como nos invita a ver enfrentar la realidad esta excepcional película.

Siempre queda la invitación a los colegas investigadores e historiadores a rastrear mas datos del proceso de gestación y creación de este tan peculiar y trascendente proyecto de cine hondureño.

Sami Kafati (Director de Fotografía de Utopía)

Es sin lugar a dudas el padre y fundador de la cinematografía hondureña. Debido, lamentablemente, a su prematura muerte, contamos con pocos trabajos desarrollados por este gran cineasta, tal vez el más utópico soñador que ha tenido Honduras. No obstante, dejó con estas pocas obras (incluyendo la cinematografía en “El cuerpo repartido y el mundo al revés”), las bases fundamentales de donde se sostiene lo que hasta ahora se ha encaminado a ser una identidad de cine nacional en Honduras. El mejor ejemplo de profesional de cine para nuestro panorama, investigador, disciplinado, con grandes aspiraciones, con muchísimo talento, con pasión y sobre todo con miras a futuro, Sami colocó los cimientos fundamentales de una cinematografía que le debe corresponder con la misma calidad, todos los que luchamos por ser verdaderos cineastas hondureños debemos tener su trabajo por bandera.

El amigo historiador Jorge Amaya nos lo describe de la siguiente manera:

“[N]ació de padres palestinos el 21 de diciembre de 1936 en Comayagua y falleció en Tegucigalpa el 29 de abril de 1996. Realizó estudios cinematográficos durante la década de los 60 en la Universitá Internazionale degli Studi Sociali de Roma, y más tarde trabajó a principios de los 70, en Chile para el gobierno de Salvador Allende. Ahí filmó un documental con el poeta Pablo Neruda. Kafati dirigió la primera película de ficción en Honduras Mi amigo Ángel, y más tarde dirigió también el primer largometraje No hay Tierra sin dueño. En 1982 le fue otorgado el premio Nacional de Arte Itzamná por parte de la Escuela Nacional de Bellas Artes (ENBA) probablemente el único reconocimiento intelectual que recibió en su propia nación. Kafati es sin duda el más grande e importante cineasta de la historia hondureña.”[4]

Raúl Ruiz Pinto

Director y gestor del proyecto, nace en 1941 en Puerto Mott, Chile. Artista multimediático que dejó a su partida en el año 2011, un legado artístico que incluye Instalaciones, Escultura, literatura y por supuesto cine.

 Precoz contador de historias, tanto que a los 16 años se inicia en la dramaturgia profesional y forma parte también de una escuela de creadores producto del Centro de Cine Experimental de la Universidad de Chile[5] . Para los años 60 fue identificado como una brillante promesa y concedido con grandes becas de estudio como la Beca de la Fundación Rockefeller y la Beca Guggenheim. Incansable e inquieto, estudió cine (sin concluir) en Chile, Argentina, Estados Unidos y terminó trabajando en México como guionista de telenovelas, todo esto previo a grabar su primer largometraje “Tres tristes tigres” (1968).

Me gusta definirlo como un digno hijo de su tiempo, de ese tiempo repleto de jóvenes vinculados al cine que hacen cambios estructurales fundamentales para su momento y para la sociedad de hoy, de donde surgen movimientos como: La nueva ola del cine francés, el nuevo cine americano, el nuevo cine latinoamericano, el nuevo cine alemán y muchos otros. La ya citada “Tres tristes tigres” es presentada como una suerte de manifiesto donde se remarcan desde ya algunas de las directrices que este director seguirá a lo largo de su carrera, como por ejemplo la irrelevancia de una historia formal que contar, la irreverencia del uso de la cámara que reta los estamentos establecidos por el cine clásico, llegando a tener ángulos y posiciones que pueden parecer no estar bien ubicados, no obstante, tampoco estar mal ubicados, su creador comenta sobre esta película que la cámara, intencionalmente, buscaba estar “medianamente bien ubicada”.

Es una película, que al igual que “Utopía…” es difícil de ver. Sin embargo, llama la atención desde sus primeros visionados, ganando por ejemplo el Gran Premio en el Festival de Lorcano, Suiza.[6]   Como cineasta experimentado Raúl Ruiz reflexionó y enseñó cine en diferentes Universidades como la universidad Católica en Chile y Harvard en Estados Unidos.

Mas allá de su trabajo de creación en el campo artístico, Ruiz se une a la legión de los directores de cine que sigo y estudio, por ser también teórico y cuestionador de la practica cinematográfica a través de numerosos escritos, dentro de los que sobresale un compendio de ideas exquisitas y cuestionamientos recopilados en su trilogía de publicaciones llamada “Poéticas del Cine”[7],  Texto que me servirá de base para el siguiente análisis de la película que nos une hoy aquí en esta lectura. “Utopía: o el cuerpo repartido y el mundo al revés”.

Quiero arrancar haciendo una advertencia valida y necesaria de alerta de “Spoiler” en este punto, puesto que al hablar de esta película es necesario describir algunos aspectos de las situaciones dadas en la narración y esto conlleva develar muchos detalles que se disfrutan muchísimo mas al estar viendo o enfrentando esta película. Con ello, a la lectora o lector que no haya visto aún la película le sugiero detener la lectura en este momento, acudir a la Cinemateca Universitaria a buscar y auscultar este film y posteriormente regresar para contrastar las ideas que siguen con lo vivido y experimentado de su propio visionado de la película. Quiero pedirle, además, procurar verla como un “expectador” concepto este más ligado a la expectación, que “espectador” o persona que espera mas ver un espectáculo.

Tomando en cuenta que esta película como ya mencioné anteriormente no es una película convencional y no se rige, ni de cerca por las normas de la narrativa comercial o de receta, exige un público activo. A este respecto Ruiz discursa muy elocuentemente en el libro “Poéticas del Cine” llamando a la audiencia acostumbrada a producciones comerciales… No espectadores sino, conniasseur (conocedores)[8] , porque están tan entrenados en ese lenguaje repetitivo que “conocen” lo que pasará en cada escena de antemano, Esta película irá sorprendiéndonos y despertando nuestra capacidad de pensar, por tanto nos respeta y nos trata como verdaderos espectadores, o como los defino yo, verdaderos “expectadores”.

¿Qué nos encontramos al deambular en el metraje que tenemos de “Utopía…”?

Es una película elegantemente irreverente, comienza con la imagen de un “indio” hondureño, hablando con su interlocutor en una especie de lenguaje derivado del “latín”, con esto un tercer personaje, un ladino que entra en escena en búsqueda del paradero de su amigo no puede comunicarse con él directamente, por el hecho de desconocer esta lengua, que se nos indica allí, es una lengua hablada en la antigüedad solo por gente noble. Desde este punto, la película nos pone “el mundo al revés”, pues en Honduras, lamentablemente la concepción generalizada de “gentes cultas y nobles” esta vinculada al extranjero y no a nuestras comunidades locales originarias. Esta peculiar escena es seguida por una muy bizarra situación en la que el “indio” en cuestión, defeca un producto orgánico muy importante, bello y frágil, “bananos”. Tan frágil es esta materia preciosa que si no la tratamos con el debido cuidado se convertirá en polvo, de la misma manera que el indio hondureño al morir se convertirá en partículas de tierra que se esparcirán sin dejar rastro ni memoria. Ya tenemos una primera señal del frágil y efímero concepto de “hondureñidad”.

Esta pequeña secuencia introductoria nos basta para confirmar lo dicho, “Utopía…” es una provocación hecha cine. No esperamos, a partir de este momento seguir una linealidad o una estructura convencional del cine, pronto también nos daremos cuenta que no tendremos para nuestro pláceme un anclaje en los códigos hegemónicos de la narrativa cinematográfica comercial, que convencionalmente nos presentan los temas que funcionan como motivadores de las acciones que los personajes deben tener.  Por el contrario, en este film son los personajes (Actantes, en palabras de Greimas), quienes condicionan las situaciones que se desarrollan y con ello las temáticas abordadas en el metraje.

Al analizar una película como esta, cuya fuerza comunicativa radica en la relación del hombre con la sociedad,  por su rentabilidad, me apoyaré en el método estructuralista del relato planteado por A. J. Greimas, que nos abre una panorámica muy útil para entender el cine como arte y fenómeno comunicativo, pues el cine no está supeditado necesariamente a la narrativa, entendiendo esto, podemos disfrutar mucho de las obras de cineastas como Michael Snow, Andy Warhol y Maya Deren, por poner algunos ejemplos.

Por tanto, en cine encontraremos productos narrativos y otros, que podemos llamar “no narrativos”.

El relato según Greimas “para tener un sentido, debe ser un todo de significación y se presenta, por este hecho, como una estructura semántica simple"[9]. En el caso de “Utopia…” ya están las bases planteadas que nos encontramos con un relato “no narrativo”, contradictorio como pueda parecer esto, se explica en que la película de Ruiz y Kafati es libre de cualquier relación temporal, libre también de cualquier causa y efecto, no obstante, encontramos en ella, una perfecta secuencia de estados precedidos, motivados y/o seguidos de transformaciones, de hecho, varias situaciones así a lo largo de la película son muy relevantes, pudiendo verla también como una película con un formato de collage, donde encontraremos numerosas mini historias o narraciones a lo interno que en su conjunto nos dejarán claves primordiales sobre como es el hombre y la mujer hondureña.

Otro de los elementos en esta película y en el tratado de sus personajes es la ausencia un “Conflicto Central”,  en este sentido el director es muy extenso en analizar y defender su postura en contra de la obligatoriedad de dicho conflicto en su libro “Poéticas del cine” cuando sostiene que “afirmar de una historia que no puede existir sino en razón de un conflicto central, nos obliga a eliminar todas aquellas otras que no incluyen ninguna confrontación, dejando de lado los acontecimientos a los que somos indiferentes o que solo despiertan en nosotros una vaga curiosidad”[10] . Ver “Utopía…” en estos tiempos se vuelve crucial pues ya tiene, además, el estatus de documento histórico.

Ver mas allá de los acontecimientos que nos plantean las situaciones, por muy absurdas o no tanto, dentro de la película, es ver el paisaje, la manera de vestir y de hablar de nuestros hondureños, elementos a todos estos que alude Ruiz en su teorización que se nos presentan mas vívidos de disfrutar, gracias a que nuestra atención no esta condicionada o dirigida por un conflicto central.

Cuando Ruiz, en su “poética del cine” nos habla sobre las imágenes utópicas sobrevuela el término de “discurso”, siendo este el lenguaje sobre el mundo, y plantea que el cine y la fotografía son el lenguaje del mundo, “imágenes sobrecargadas de sentido, fotogénicas, y por esta razón, se dice, capaces incluso de renovar nuestra manera de ver el mundo.” De esta manera, ver honduras en las imágenes de “Utopía…” equivale a verla dos veces: en la primera reconocemos en ella lo que ya conocemos, “y la segunda vez ya no conocemos lo que, no obstante, estamos reconociendo, en razón de los múltiples detalles que pasan desapercibidos al ojo desnudo y que ahora el objetivo ha vuelto elocuentes.”[11]

Veamos otro momento fantástico de la película donde se nos propone un diálogo absurdo en apariencia, pero muy profundo en su trama, El licenciado Ramón, quien es el político mas preeminente del pueblo se reúsa a unirse a unos correligionarios, que por lo que podemos entender no abandonan esos vicios dañinos que anteponen sus intereses personales por sobre los del pueblo al que profesan defender y cuidar.

Este diálogo sobre moralidad e integridad, llevado a cabo en una peculiar casa, que se nos presenta como un prostíbulo, termina con el asesinato del correligionario por parte del licenciado, que lo “ajusticia” con un calcetín rojo que se acaba de sacar. En un alarde de interpretación y de improvisación esta escena nos prepara para un momento crucial de la película, la lectura de un testamento político formal que nos ilusiona con el encuentro de la unidad, la igualdad entre los pueblos, así como el poder, como individuos, percibir las ideas limpias y puras como un solo ser, el SER latinoamericano.

Así como el momento anterior, la película se presenta llena de circunstancias que mediante una libertad actoral nos lleva por un fluir superficial pero también nos abre ventanas a poder ver una realidad más profunda, casi oculta.

En un apartado, donde Ruiz explora El Cine como viaje Clandestino, nos plantea que todo film conlleva siempre otro film secreto (clandestino), “y que para descubrirlo [basta] con el don de la doble visión que cada cual [poseemos]”. [12]Esta capacidad nos permite ver sí, la secuencia que se nos presenta ante nuestros ojos, pero a la vez, el potencial simbólico y narrativo de las imágenes y de los sonidos aislados del contexto.

¿Cómo ven “Utopía…” las miradas jóvenes de nuestro país?

Con esto, quiero dar paso a compartirles una experiencia muy gratificante que me propuse previo a escribir esta reseña: enfrentar esta película al escrutinio de nuevas maneras de ver el cine, maneras mas dinámicas y más acostumbradas a un cine editado en cortes rápidos y mucha espectacularidad. Para ello realice un cineforo, con esta película como única fuente de discusión, con un grupo de jóvenes en edades de entre 16 y 25 años, participantes de un magnífico proyecto cultural y de emprendimiento que se esta gestando en el país desde hace dos años “Empower Honduras”.

De este cineforo surgieron muy buenas impresiones, y puedo decir con claridad que la película no envejece y sigue teniendo el poder comunicativo y de protesta que tuvo desde su creación, una prueba fehaciente que este film no tiene fecha de caducidad, porque está conformada por imágenes utópicas y refleja un mundo utópico. De todos los participantes, tres chicas fueron las mas incisivas en sus comentarios posterior al visionado de esta cinta, Shizeely Natalie Vargas, Ashlee Nicolle Hernández y Bet-sua Abizai Mejía.

Comentando sobre esa capacidad que podemos tener de una “doble visión” Ashlee Nicolle, contundentemente me comentó que UTOPÍA “no es el tipo de película que ves y comprendes lo que ocurre, ¡No!, tuve que verla 2 veces y me confundí más al verla nuevamente, sin embargo, puedo decir que es el tipo de película que debería trascender en el mundo, creo que sería de alta obligatoriedad que todo hondureño vea esta película”.

Su inicio es fantástico, deja confundido, pero a la vez es muy impresionante, En realidad tiene un hermoso significado que nos ayudara a valorar nuestra tierra y a los agricultores, pensando más profundamente y enlazándonos en la trama de la película, llegas a conocer un lado más apropiado y distintivo de nuestras tradiciones o cultura” me dice Bet-sua Abizai, a lo que Shizeely agrega, “me parece una gran obra del Cine Hondureño. En ella se hacen análisis profundos de diversos temas importantes a través de situaciones bastante peculiares, con un sentido figurativo y no literario. Es una película que te invita a analizar y a estar atento hasta al mas mínimo detalle, y eso es lo que la hace una gran obra de cine, ya que te propone algo para que tu lo analices y lo interpretes desde tu punto de vista”.

En ningún momento de la conversación logro advertir sospecha de aburrimiento en los chicos, siempre los comentarios van hacia el tipo de sorpresa de cómo una película hecha hace tantos años -muchos años incluso antes que ellos nacieran-, pueda reflejar una realidad que ellos conocen muy bien y que les toca vivir. A ese respecto Shizzely continúa “aunque la película es relativamente vieja, hay cosas que a pesar de los años seguimos con lo mismo, por ejemplo, la necesidad imperial de la Educación y la Salud, nos llama a reflexionar en el sentido de luchar por lo que se debe luchar.” 

Ashlee Nicolle complementa: “me gusta la manera en que se adapta a la situación que se atravesaba en su momento, sobre la Estándar Fruit Company y el gobierno. Y que, viéndolo de puntos de vista diferentes, desde cada nivel de percepción, las circunstancias que se atravesaban en ese momento no son tan lejanas a las que actualmente se atraviesan. No obstante, todos queremos un gobierno justo, recto, que incluya la cultura, ¿Pues qué sentido tiene olvidar lo que fuimos para empezar a ser algo que no somos?,” se termina cuestionando.

En términos de identidad nacional y cultural, la película le suscitó un examen de consciencia también, “aprendemos más sobre otros países, o tendemos a convertirlos en países de "Ensueño," olvidando que vivimos en un gran país, un país con cultura, con sabor a tierra catracha. Que procedemos con orgullo de los indios, y me gustaría ser llamada india, ¿por qué no?, Ellos murieron defendiendo a su tierra, creo que no hay poder más grande qué el "saber", si queremos una Honduras mejor, un país mejor, un mundo mejor, comencemos por estudiar más acerca de dónde procedemos?, ¿Quiénes fueron nuestros antepasados?, ¿Qué puedo hacer para que la cultura que fue fundada no se pierda?, Un ciudadano que estudia más, se convierten en una persona competente, una mente es capaz de cambiar un mundo, y eso atemoriza a ciertos gobernantes, porque ellos quieren que sus ciudadanos ignoren más y estudien menos,” nos expresó Ashlee Nicolle.

La película no pierde tiempo ni metraje, la secuencia final hasta el último segundo, esta cargada de significados y mantiene una apertura en cuanto a la posición del “expectador” sobre que creer y que no, sobre como afrontar la memoria, la tragedia y el duelo nacional. Con esto, y con una de las imágenes más impactantes del film, el personaje de la cabeza de una hermana religiosa, quien es la encargada de epilogar con un mensaje recapitulador, la película no termina, no deja esa sensación de un simple punto y aparte.

“Su final es algo insólito, Pero la monja decía la verdad y en mí opinión es algo muy desconcertante saber que tan preciada producción de Banano fue vendida de ante mano a la United Fruit Company, Honduras solo recibe una pequeña parte de ganancias, valoremos nuestra Honduras, amemos nuestras tradiciones, Honduras es hermosa.” Concluye Bet-sua Abizai.

Yo definitivamente estoy muy de acuerdo con las opiniones de estas chicas jóvenes y críticas y seguiré disfrutando de ver muchas veces esta enigmática y reveladora película para seguir encontrando mas detalles que seguramente compartiré en posteriores escritos. Un abrazo cinéfilo muy grande a todos.


[1] Revista de Arte y Cultura (UNAH) Enero-Junio 2015 Vol II N. 1
[2] Programa “Off the Record” primera Edición, entrevista 54 min. Chile año 2,000
[3] http://eduardobahr.blogspot.com/2006/06/cine-con-las-uas.html

[4]

[5] Silva, J. (2009). Historia del Cine Experimental de la Universidad de Chile 1957-1973, laFuga, 10
[6] UN VIAJE AL CINE DE RAÚL RUIZ, Pablo Mendoza Topaz y Diego Álamos Mekis (Ediciones del Desierto)
[7] Poéticas del Cine, Ed. Sudamericana. Biblioteca Trasnversal. 2000
[8] Ibídem, Pag. 68
[9] Pag 46 Greimas, A. (1970). Elementos para una teoría de la interpretación del relato mítico. Análisis estructural del relato. Buenos Aires, Argentina: Tiempo contemporáneo
[10] Poéticas del Cine, Ed. Sudamericana. Biblioteca Trasnversal. 2000, Pag. 18
[11] Ibídem, Pag. 42
[12] Ibídem, Pag. 125