La falta de liderazgos probos y con visión de país, representa uno de los más graves problemas en Honduras, incluso comparable con la extrema pobreza, el desempleo, la violencia, criminalidad y la economía en deterioro, entre otros, de carácter urgente.

Hay una enorme diferencia entre simplemente ver una realidad y tener visión de cómo cambiarla e impactar en la misma para alcanzar bienestar. 

Es aquí en dónde radica la base del estancamiento político, económico y social, el país se ha visto sometido a liderazgos de vista corta cuyo enfoque se ha posado en sus propios intereses y oportunidades y no en la tarea de hacer trascender a la nación de la problemática a la solución. 

En el año del bicentenario de independencia, que coincide con un nuevo proceso electoral, vale la pena reflexionar en el pensamiento que el ilustre hondureño Alfonso Guillen Zelaya, poeta, periodista y ensayista nacido en Juticalpa, Olancho un 27 de junio de 1887, planteaba sobre el rumbo del país a lo largo de los años.

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En el escrito titulado “Condiciones esenciales de buen gobierno”, motivado por el fervor patrio que lo caracterizaba, Guillén Zelaya destaca que: “Estas falsas democracias que en un siglo de pugilato permanente no han aprendido todavía a ser libres, tienen entre sus muchos errores, el de no haber sabido escoger sus hombres en las grandes crisis de su historia. El mérito positivo, la honradez, el talento y la experiencia que son factores capitales para enfrentar y resolver los problemas de la nación, no fueron siempre los que se tomaron en cuenta, sino otros que no respondían a las necesidades de la República, ni a los imperativos del momento histórico”.

Enfatizaba entre otros elementos, el escritor, que la falta de sabiduría ciudadana en la escogencia de sus autoridades genera un problema mayúsculo, al establecer que en naciones como las nuestras, de vida “bochinchera”, “…las masas rinden homenaje todavía al cacique y al ídolo político, productos naturales de nuestro medio convulsivo y esporádico. En tales ambientes, la audacia y lo imprevisto han jugado papel casi permanente, y los acontecimientos y el destino mismo de estos pueblos, han sido influenciados fatalmente por aquellas causas generatrices”.

Todo lo contrario acontece decía Guillén Zelaya en los países de vida organizada o de mentalidad desarrollada, “ellos escogen a sus más altos y legítimos representativos, después de un estudio sereno y comprensivo de sus antecedentes. Es decir, teniendo el firme propósito de llegar a un efecto deseado para bien del procomún, preparan primero la causa, mediante la escogencia de un auténtico exponente honroso de la nación”. 

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Guillén Zelaya, cuyas posiciones periodísticas aguerridas contra la influencia política y económica en Honduras lo llevaron al exilio, añade que: “Energía, inteligencia y honradez, debían ser, en el dinamismo de nuestra vida política social, los tres factores ineludibles. Los pueblos deben exigirlos en aquellos que van a ser sus gobernantes; éstos no deben descuidarlos en quienes han de ser sus funcionarios; y toda la jerarquía de la administración pública, debiera estar sujeta a la misma pauta de salvación nacional”

Y cierra de manera magistral, “tales condiciones deben ser de aplicación simultánea; ellas constituyen un triángulo equilátero como símbolo de la felicidad nacional. Prescindir con intención o sin ella de cualquiera de dichos factores, equivale a menguar la eficacia material y moral de dicho simbolismo y por consiguiente, a disminuir la integridad y prestigio del gobierno”.

La pluma del prodigioso olanchano escribió por décadas encendidos editoriales en contra del divisionismo, la represión y la desigualdad social haciendo trascender su obra más allá del tiempo y el espacio con una historia digna que no podemos permitirnos tirar en el olvido. 

Actitudes como las que comúnmente adoptan los liderazgos políticos tradicionales de nuestro tiempo alimentan y agudizan el pesimismo entre los hondureños y ante el desalentador panorama el país necesita recuperar la esperanza y la fe, pero esto se logra con una visión definida y no con simple politiquería.

Hace falta salir del discurso y las frases elocuentes para enfocarse en la ejecución de programas operativos y estratégicos para resolver problemas. 

Es en las grandes crisis en donde los ciudadanos deben escoger a sus mejores liderazgos y exigir de ellos poner en práctica recomendaciones como las expuestas en el pensamiento guilleneano, “energía, inteligencia y honradez”.

@aldoro/aldoromerohn@gmail.com

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