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Vivir con salario mínimo; un verdadero desafío

Un reciente informe económico regional destaca que Honduras, con un promedio de 376 dólares mensuales, tiene el cuarto salario mínimo más alto de Latinoamérica


A través de diversas publicaciones periodísticas hemos hecho eco de permanentes exigencias de líderes de las diferentes centrales obreras en el país que advierten la urgencia de una revisión en la base salarial bajo el argumento, aceptable, por cierto, de una economía en deterioro provocada por la insostenible escalada de aumentos en los precios de los productos de consumo básico, los servicios públicos y el costo de los combustibles.

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Un reciente informe económico regional destaca que Honduras, con un promedio de 376 dólares mensuales, tiene el cuarto salario mínimo más alto de Latinoamérica y el segundo en la región centroamericana, solamente superado por Costa Rica.

Lejos de causar expectativas favorables, estos datos deberían ser motivo de preocupación por dos elementos en los que los especialistas negociadores de los obreros y los generadores de empleo ponen muy poca atención; por un lado, cada vez es más grande el número de la población laboral enmarcada en el rango mínimo salarial, esto incrementa la famosa “economía de subsistencia”, y por otro, evita el crecimiento de la mano de obra y desincentiva la productividad.

En el primer caso, se estima que en Honduras el 70% de la población laboralmente activa está cubierta bajo el rango de salario mínimo, un buen porcentaje de estos incluso ganando menos, esto refleja un serio desbalance en contraste con otras naciones, en donde el salario promedio es más bajo, pero con mayor incidencia del mercado laboral ganando una remuneración más alta y con mejores niveles de competitividad.

Trabajar por un salario bajo, en un país como Honduras representa un desafío económico para el recurso humano que en su generalidad, se sienten desvalorizados y desmotivados ante la posición de muchos empleadores de pagar, en la mayoría de los casos, menos de lo que el trabajo vale a cambio de ofrecer ciertas garantías de protección social o estabilidad en el puesto.

En los últimos años, Honduras ha experimentado no solamente un preocupante incremento en el número de desempleados y subempleados, también se han visto agudizadas las condiciones laborales de los que están empleados, mismas que van desde el incremento en las jornadas laborales, hasta la contratación por medias jornadas o por cumplimiento de metas.

A esto se suma que mientras los salarios se mantienen estáticos, el costo de vida es cada vez más alto a causa de los continuos incrementos, lo que no permite cubrir necesidades como transporte, servicios de salud, educación y canasta básica familiar entre otros.

En el caso del sector empleador, es importante poner atención a la productividad sin asumir que un incremento salarial implica limitantes de crecimiento económico, por el contrario, la regla dice que a mejores salarios mejores condiciones de producción, y aunque es una apreciación sujeta a discusiones y análisis, es claro que una empresa que no valora, invierte, protege y capacita su mano de obra, difícilmente mejora sus niveles de rendimiento, y en este caso no es desconocido que Honduras es de los países que se mantiene a la zaga en esta materia.

Más que sentarse cada cierto tiempo a negociar “pírricos” porcentajes de incremento a un salario mínimo insuficiente, obreros, empresarios y gobierno deberían concertar estrategias para garantizar un trabajo decente, con igualdad de oportunidades y tratamiento, y fomentando las aspiraciones de las personas por su crecimiento laboral y profesional.

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