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Servilismo sí, patriotismo no

En el Congreso Nacional ha predominado por años la falta compromiso con el país, la manipulación de la agenda legislativa y el beneficio partidista por sobre los temas de interés nacional


Los Congresos, Parlamentos o Asambleas Legislativas, son, en los Estados democráticos, órganos constitucionales que entre múltiples funciones ostentan no solo la representación popular o la atribución de legislar en función de los intereses nacionales, también cargan con la responsabilidad de controlar, fiscalizar y equilibrar las acciones oficiales en beneficio de la correcta gobernabilidad.

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Comparto plenamente con grandes estadistas de la historia que referían que a estas agrupaciones debería sumarse a los hombres y mujeres más notables por sus méritos ciudadanos y su patriotismo comprobado, en palabras más concretas, lo más ilustre y digno de una nación.

Lea: ¡Ahora, a pensar en Honduras!

Cito en este artículo fragmentos de Juan Ramón Molina, máximo exponente de las letras en Honduras y figura literaria de alto renombre en América Latina, quien en su  prosa titulada “Los Congresos Hispanoamericanos” idealiza la figura de los legisladores y expone que deben ser las personas que más conozcan las necesidades de los países.

“Abogados eminentes que sabrán hacer leyes, reformar códigos, estadistas distinguidos que tienen en la memoria los ingresos y egresos del tesoro público, fogosos oradores, brillantes escritores, en fin, personajes que por una u otra cualidad sobresaliente han llegado a merecer un puesto en el salón legislativo”.

Pero en nuestros países americanos decía el brillante Molina, no es así. “En nuestras infelices repúblicas, en donde apenas se distingue la libertad de la anarquía, los Congresos en lugar de ser centros de luces y santuarios de virtudes cívicas son espacios de barbarie, de ignorancia y de servilismo”.

Ampliaba el poeta y periodista que “estos Congresos en vez de ser un amparo y un recurso para los pueblos, llegan a convertirse en una verdadera calamidad porque abdican con su indiferencia y su falta de carácter, todas las facultades en el Poder Ejecutivo hasta convertirse en dictadura perpetua”.

Nuestro Molina escribiendo como siempre adelantado a su época, con una visión clara del agudo deterioro de la democracia hondureña, me gustaría contarle que por décadas a los diputados, con muy raras excepciones, les quedó muy grande el cargo, sus posiciones son cambiantes y de acuerdo con sus intereses, no hay claridad de estrategias, que hoy el país sigue con un Congreso despersonalizado, impositivo, egocéntrico, radicalizado por las posiciones políticas, falto de agendas y escasa visión de país.

La constante en el Poder Legislativo está marcada por el divisionismo interno, diputados oficialistas y de oposición.

Han dedicado la mayor parte del tiempo a cuestionar entre sí la falta compromiso con el país, la manipulación de la agenda legislativa y las preferencias en el manejo de algunos temas de beneficio partidista por sobre otros que son de interés nacional.

Atrás quedaron los anhelos sociales de agendas cargadas de mociones y proyectos, de discusiones de altura, de la pluralidad de las ideas, y en su defecto aparecieron los pitos, carteles, gritos, intolerancia, el humo y las discusiones acaloradas. Esas que han llevado incluso a los golpes cual si se tratara de pleitos callejeros.

Leo una y otra vez el ensayo referido y me desalienta que se haya escrito en 1902, porque desde entonces nada ha cambiado, más bien la nación viene en declive, porque los herederos de aquellos a los que Molina cuestionaba siguen gobernando hoy.

“Sirviendo a sus intereses, otorgando facultades extraordinarias para gastos imposibles, cubriendo de ignominia al pueblo que representan sin su voluntad, sin inteligencia y sin patriotismo”.

Estamos frente a un Congreso cuyos integrantes, de todos los colores e ideologías, pasaron por alto su condición de mandatarios del pueblo electos para tres fines fundamentales: legislar, dar seguimiento a las acciones del Ejecutivo y representar y proteger los intereses de sus ciudadanos.

Ahora están negociando magistrados, pronto lo harán con el fiscal general y otros cargos trascendentales. Cuánta razón tenías Molina, la historia política condena a esta nación al fracaso.

Además: El rol social del docente, un compromiso de país


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