No solo tienen en común que los dos fueron presidentes del Congreso Nacional, que ambos gobernaron un país y ganaron las elecciones representando al Partido Nacional, sino que ambas familias por desgracia, o por las circunstancias de vida, se volvieron proclives a las tragedias y procesos judiciales.

Porfirio Lobo Sosa y Juan Orlando Hernández, los expresidentes de Honduras, fueron muy cercanos en los buenos tiempos y ahora están distanciados, pero comparten un destino doloroso: ambos han sufrido la pérdida de un pariente cercano y de diferentes formas y también se han enfrentado a la justicia.

JOH

Hernández y su calvario. Hernández, desde el 2016, inició con su calvario. Los rumores del involucramiento de su hermano menor, Juan Antonio Hernández, en actividades ilícitas lo marcaron. Ante los señalamientos, en octubre de ese año hizo un viaje fugaz a Miami, porque era considerado “persona de interés” en una investigación sobre drogas.

Regresó al país y en conferencia de prensa descartó la investigación y manifestó su inocencia.

El 16 de diciembre del 2017, la muerte accidental de Hilda Hernández, la hermana, la mano derecha del expresidente Hernández, durante su administración, fue otro trago amargo que desencajó al exmandatario.

“Le costó reponerse”, dijeron sus cercanos colaboradores. No había transcurrido ni un año, cuando en noviembre del 2018, la noticia de la captura de Tony Hernández, en un aeropuerto en Miami, volvió a sorprender al Presidente mientras estaba en su natal Gracias, Lempira.

Desde esa fecha, las revelaciones de los vínculos, operaciones y contactos de “Tony” salpicaron su la imagen y cada vez más se fortaleció la tésis de que Juan Orlando Hernández lideraba uno de los carteles de tráfico de drogas en el país.

Cuestionamientos que una y otra vez negó, aduciendo “venganza” de los capos que capturó y extraditó a Estados Unidos y que ahora declaran en su contra y su familia. Su lema fue “caiga quien caiga”.

El 27 de enero de 2022, Hernández cerró 24 años de carrera política, 16 como congresista y ocho como Presidente. No pasó ni un mes, cuando fue capturado.

El mismo día que dejó el poder llegó la solicitud de extradición por parte de Estados Unidos.

Desde el 15 de febrero, fue detenido y se sometió al proceso de extradición que culminó con su traslado a Nueva York el 21 de abril.

Ahora, enfrenta la justicia y será Kevin Castel, el juez que condenó a su hermano el 30 de marzo del 2020, a una cadena perpetua y 30 años más, quien lo juzgará.

La tormenta que ha vivido Hernández, parece que culminará con una condena, según los fiscales estadounidenses, quienes aseguran que hay prueba suficiente para demostrar su involucramiento en el narcotráfico. Hernández tocó la cima y ahora va en vertiginosa caída.

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Pepe Lobo, una vida de dolor

Apenas dejó el poder en enero del 2014, la cadena de tragedias comenzó para Porfirio Lobo Sosa. En el recuento, perdió a dos hijos, Cristián Bulnes, de manera natural, y Said Lobo Bonilla, asesinado la semana pasada cuando salía de una discoteca en Tegucigalpa.

Fabio Lobo, otro de sus hijos, está en prisión pagando una condena de 24 años en Estados Unidos, mientras su esposa Rosa Elena Bonilla está en la cárcel condenada y aún sin individualizar la pena que cumplirá por delitos de corrupción. Por último, su hermano Ramón Lobo Sosa también fue acusado por corrupción.

Estos hechos golpean a un presidente Lobo, que pese a la tempestad se mantiene inquebrantable, pero ha sido ¿una maldición? o ¿casualidad?.

¿De dónde saca fuerzas Pepe Lobo para no hundirse?… Su familia es el pilar que lo mantiene de pie, ha dicho en reiteradas ocasiones, y es lo que le da la serenidad aún en las peores circunstancias.

Lobo es un resistente, que aunque ahora se ve deteriorado en su salud, trata de sacar fuerzas y de dar la cara

Tanto Porfirio Lobo Sosa y Juan Orlando Hernández comparten un trágico destino, pero si algo los caracterizó fue la mente fría, la que aún en las peores crisis no los quebrantó.

Ambos dejaron un país destrozado, con una institucionalidad débil, con una impunidad campante; pero, nunca imaginaron que la vida les daría las pruebas más duras que hasta ahora les ha tocado vivir.

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