Ya se ha iniciado el proceso para la adjudicación de plazas docentes y se ha anunciado la socialización de una nueva malla curricular; es decir, un plan de estudios y programas académicos.

Los cambios introducidos en la educación nacional tendrán que ser intensificados para disminuir el rezago que sufre el sistema en comparación con otros países del área.

La lista de logros alcanzados en materia de enseñanza-aprendizaje requiere ser ampliada, porque no se trata únicamente de cumplir con 200 días de clases, extender la jornada académica o elevar el índice mínimo para aprobar las asignaturas.

La deuda en este campo tiene que ver con traer de regreso a los niños y jóvenes que salieron del sistema con motivo de la pandemia, recuperar los años perdidos de enseñanza, nivelar el rendimiento de los alumnos y evaluar el desempeño de los maestros.

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Un compromiso de fondo y que se no ha cumplido es el de hacer realidad la tercera reforma, a fin de obtener alta calidad, amplia cobertura y una satisfactoria prestación de los servicios de educación.

Los entendidos en pedagogía hacen hincapié en que el objetivo de una reforma educativa es modificar el sistema, con el fin de mejorarlo o actualizarlo partiendo de un amplio consenso social para evitar que dichos cambios sean asimilados como una expresión de intereses políticos.

De acuerdo con esa misma visión, Honduras necesita un nuevo modelo educativo con un enfoque pedagógico que permita sistematizar la enseñanza-aprendizaje y orientar a los maestros en la elaboración de programas de estudio que sean transformadores.

Los más recientes estudios sobre los sistemas educativos de América Latina muestran un marcado atraso de Honduras, cuyos índices son valorados en el conjunto del área centroamericana.

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Un informe elaborado por el Banco Mundial concluye que los países del área ocupan los últimos puestos en la medición del sistema educativo por dos factores fundamentales: Políticas poco eficientes en la materia y deficiente formación de los docentes.

Los expertos han llamado la atención sobre un profundo rezago en las competencias de los profesores, de tal suerte que la profesión ha caído en una fase precaria, porque No puede considerarse de “alta calidad”.

Ligado con tales debilidades, el conglomerado que es formado en los sistemas educativos de la región carece de las habilidades y de los conocimientos necesarios para afrontar el futuro, porque tienen dificultades para resolver problemas y, por tanto, se convertirán en adultos sin opciones de crecimiento laboral.

Lo ideal es que el Gobierno, los maestros, los mismos estudiantes y la sociedad en general, deben consensuar un programa de cambios cualitativos en la educación.

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