Nueve años de edad tenía Mauricio Villeda Bermúdez cuando su padre, Ramón Villeda Morales, se convirtió en presidente de Honduras en 1957.

Le dejó como herencia "el amor por la libertad, la verdad y la justicia" que le inculcó.

Ahora tiene 73 años de edad, es abogado y posee un máster en bioética. Su carrera política ha sido intachable y reconocida, incluso, por sus adversarios en las diferentes contiendas.

Con el 99.76 por ciento de las actas procesadas, Villeda se posiciona hoy como el candidato a diputado más votado del Partido Liberal en las pasadas elecciones generales, con más de 67 mil voluntades.

El amor de su vida es su esposa Gracia del Carmen Zúniga, a quien conoció cuando ella estudiaba Derecho en la Universidad de Navarra, España. Luego vino a Honduras y se matriculó en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH). "Siempre ha sido una mujer guapísima. Continuamos saliendo hasta que nos casamos. Es una mujer maravillosa y multifacética", expresó.

Sus hijos son Alejandrina, Mauricio, María José, Juan José y Ana José Villeda, quienes le han dado seis nietos adorables y uno está en camino. "Esconden muchas potencialidades y trato de enseñarles sobre sus antepasados y todas las luchas que se libraron".

El legado de su padre y su madre, Alejandrina Bermudez Milla, su familia, su visión en el Congreso Nacional y qué viene después, forman parte del diálogo que el diputado y excandidato presidencial del Partido Liberal sostiene En Primera Plana de tunota.com.

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¿Qué representó su papá en su vida?

Su ejemplo siempre fue la defensa de los derechos humanos. Cuando nací, mi casa ya era un lugar de reuniones políticas diarias. Mi padre poseía características que no se pueden imitar. Las cosas no fueron del todo fácil, sobre todo en el aspecto político. Nuestra casa, ubicada en el Barrio Abajo, fue atacada varias veces.

¿Qué legado le dejó?

El amor por la libertad, la verdad y la justicia (…) Son cosas por las que él luchó toda su vida y que heredó a sus hijos.

¿Cuál fue la primera campaña liberal que apoyó?

La de Jorge Bueso Arias, una persona de manos limpias que, a pesar de sus más de 100 años continúa siendo admirado por la juventud.

También participé, con un perfil muy bajo, en las campañas de Carlos Roberto Reina, José Simón Azcona y Rafael Pineda Ponce. Años después apoyé a Elvin Santos, que tenía un impedimento legal por ser vicepresidente. Luego lancé mi candidatura, porque el partido merecía seguir vigente. Recientemente, respaldé las campañas de Luis Zelaya y Yani Rosenthal.

¿Qué lo motivó a buscar la presidencia en el 2013?

El país ha ido por un rumbo equivocado estos últimos años. Con mi candidatura, no solo quise darle vigencia al partido como institución política, sino también a los ideales del liberalismo. Es un sacrificio personal y familiar, sí; pero, vale la pena. Participo en la política para demostrar que puedo hacerlo de forma limpia y con la ética de la mano.

¿Qué ha hecho para que su imagen se mantenga intacta?

Tratar de ser coherente. El correcto actuar debe ser llevado a la política y no expulsar los valores éticos de su ejercicio.

¿Cómo se presenta ante un Congreso Nacional renovado?

Tengo muchas esperanzas. Creo que puede existir lo que yo he denominado "alianzas legislativas", porque durante los 12 años de mandato del Partido Nacional, hubo muchos desafueros que necesitan ser remediados política y legislativamente. Hay muchas leyes que necesitan ser aprobadas y derogadas, pero confío en que, mediante esas alianzas legislativas, se logrará.

¿Qué le ha inculcado a sus hijos?

Ellos han visto el ejemplo de sus abuelos, de sus padres y se han alimentado de ello. Estoy seguro que todos mis hijos comparten los mismos valores, aunque con distintos matices.

¿Qué futuro ve en su carrera política?

Creo que esta es la última participación que tendré. Lo hago pensando en mi familia, sobre todo en mi esposa y en mis nietos. Quiero inculcarles valores y principios. También, considero que la política requiere de relevo generacional.

¿Cuál es la Honduras que desea para sus nietos?

Quiero que las futuras generaciones vivan en una Honduras donde sus gobernantes sean un buen ejemplo; pero, para lograrlo, el pueblo tiene que reclamarle a sus políticos buenas acciones.

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