Las vacunas contra la viruela del mono tardan unas semanas en desarrollar una respuesta inmunológica en el organismo, subrayó hoy Rosamund Lewis, experta en esta enfermedad de la Organización Mundial de la Salud (OMS), quien insistió en que por ahora se descarta una vacunación masiva de poblaciones.

"Por ahora recomendamos la vacunación sólo a aquellos que puedan estar expuestos a casos", indicó la directora de la respuesta de la OMS a esta enfermedad, quien citó entre posibles candidatos a vacunarse a familiares, amigos y contactos sexuales de personas en las que la enfermedad se haya confirmado, así como trabajadores sanitarios.

Lewis indicó que las vacunas que se recomiendan para esta enfermedad son por ahora tres: la MVA-BN (manufacturada en Dinamarca), la japonesa LC16 y la estadounidense ACAM2000.

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Estas vacunas se desarrollaron inicialmente contra la viruela convencional, una enfermedad de mayor gravedad pero que se erradicó en el planeta hace más de 40 años.

La experta aseguró que el actual brote, declarado emergencia internacional el pasado 23 de julio, "puede detenerse con estrategias adecuadas dirigidas a determinados grupos", sin que ello suponga estigma y discriminación.

Detección de viruela del mono

Cerca de un 98 por ciento de los casos se han detectado por ahora en hombres que mantienen relaciones sexuales con otros hombres, recordó Lewis, quien también citó que se han detectado casos en casi una decena de niños (menos del 0.06 por ciento de los 16,000 casos totales confirmados en el actual brote).

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La responsable de la OMS indicó que hay discusiones en el seno de la organización para un posible cambio de nombre de la enfermedad, ya que el actual apunta erróneamente a primates como origen de ésta, cuando los estudios indican que en realidad pasó del mundo animal al ser humano a través de roedores.

A la enfermedad se le denominó "viruela del mono" al detectarse primero en primates durante estudios de laboratorio en Dinamarca, en 1958.

Lewis reconoció, no obstante, que el actual nombre ya es de amplio uso entre médicos y trabajadores sanitarios, además de figurar en la lista oficial de enfermedades de la OMS, por lo que la modificación requeriría un complejo proceso. 

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