• No existe historia personal sin momentos de verdadero dolor.

Somos seres integrales que formamos parte de una sociedad por lo que es inevitable enfrentarnos a situaciones adversas externas aparte de las internas.

Estamos expuestos al dolor ya sea por motivos personales, laborales, de país o mundiales, y esto no lo podemos controlar. Lo que sí podemos controlar es hasta cuanto me afectará el sufrimiento que me causa lo ocurrido.

Para esto debemos aprender a sufrir a brazos abiertos, permitiendo ese sentimiento de tristeza y desesperanza entrar y salir completo en el tiempo que necesite.

Si intentamos detenerlo o controlarlo solo se embotellará y saldrá más adelante de la peor forma.

Hay sufrimientos que se sienten hasta físicamente, cuando escuchás, “me duele hasta el alma o el corazón” sí, físicamente sentís dolor también, y eso pasa cuando es muy fuerte el impacto y/o muy prolongado y ya el sufrimiento se convierte en dolor emocional.

El propósito es evitar llegar al dolor emocional y dejar que el sufrimiento nos deje un crecimiento, superación y una lección para que haya valido la pena y podamos más adelante volver a ese momento y regresar al presente sanos. Lográ encontrar aceptación.

Neurológicamente, al enfrentar un momento de dolor, en nuestro cerebro se activan varios mecanismos y si no los afrontamos y superamos pronto, a nivel físico comenzaremos a sentir sus efectos.

Si el cerebro sufre, sufre todo el cuerpo. Cuando venga un dolor inevitable, agárralo de frente, con todo, sufrirlo el tiempo y de la forma necesaria, dejando las emociones expresarse completamente y si aún así sentís que no salís, buscá ayuda profesional. Porque la transición del sufrimiento a la paz es indispensable para tu vida interior y salud mental.