En un artículo anterior publicado en este mismo medio de comunicación y titulado “Nos olvidamos de los jóvenes” abordaba, en ese momento, como en la discusión de los temas de agenda y prioridades de país los jóvenes no figurábamos a pesar de que la actual administración del Estado está conformada por juventud.

Poco más de seis meses han transcurrido desde aquel artículo y casi un año del nuevo Gobierno y las cosas poco o nada han cambiado para nosotros los jóvenes.

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Hoy existimos más de 3.3 millones de jóvenes entre 12 y 29 años, de los cuales, el 66% viven en hogares pobres o extremadamente pobres.

El total de jóvenes que se encuentran desempleados es de 162,977 y representan el 46 % del total de las personas desempleadas a nivel nacional, e incluso, de los 1.5 millones de jóvenes que se encuentran activos económicamente, el 66 % gana menos de un salario mínimo, pintando un panorama económico y social poco alentador.

Se sabe que la educación es la principal herramienta para generar desarrollo y prosperidad en los ciudadanos de un determinado país; sin embargo, para los jóvenes hondureños no parece ser el caso ya que de los 3.3 millones de jóvenes, solamente el 54 % tienen o están cursando educación primaria; de los que logra finalizar la escuela, solo el 28 % ingresa a la educación secundaria y de estos, a secas, el 8 % logra llegar hasta la universidad; visualizando el desencanto de los jóvenes con la educación dado que hoy el mercado laboral se encuentra tan fracturado que no representa un incentivo para no abandonar la escuela.

Hecho que podemos visualizar con más claridad en la tasa de jóvenes que ni estudian ni trabajan, tasa que para el 2022 representan el 29% del total de jóvenes del país; es decir, 982 mil jóvenes son NINI´s, de los cuales 746 mil son mujeres.

Si no tomamos cartas en el asunto, solo se beneficiará al crimen organizado y las maras y pandillas de este contexto, perdiendo cada vez más competitividad y agudizando los problemas de inseguridad y los flujos de migración del país.

Nuestras autoridades deben comprender que la política de seguridad, de generación de desarrollo y prosperidad pasa, forzosamente, por incluir dentro de sus prioridades a la juventud para verdaderamente encontrar nuestro norte en Honduras.

De lo contrario, la sumatoria de estos problemas aunado con la crisis política y el debilitamiento institucional del país retratará un cuadro donde la gobernabilidad será cada vez más difícil y los estallidos de malestar social por el alto costo de la vida, las pocas oportunidades, el aumento de la informalidad y el menor espacio fiscal serán cada vez más frecuente empujando nuevamente al país a una década perdida.

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