Difícilmente alguien podrá discutir que como país, Honduras se encuentra sumergido cada vez más, en un intenso, profundo y peligroso proceso de desprestigio de la política como actividad y de los políticos como actores principales, agudizada esta situación por dos elementos fundamentales contra los que el Estado no ha podido librar una batalla efectiva.

Por un lado está el tema de la corrupción y la impunidad, flagelo que se volvió una actividad normal y que con el paso del tiempo fue convirtiéndose en el principal obstáculo para el desarrollo del país y que solamente gracias a la presión interna y el apoyo de grupos, gobiernos y organismos internacionales, se han podido visibilizar en alguna medida, la influencia de prácticas y acciones irregulares ligadas a la política tradicional.

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En este sentido el reto es enorme, los resultados a nivel de procesos judiciales y seguimientos a casos de alto impacto que involucran a liderazgos políticos son pobres, ni la Corte Suprema de Justicia (CSJ), ni el Ministerio Público (MP) han dado pasos en firme para combatir y castigar el delito, al contrario, siempre van a la zaga, la lucha contra la corrupción sigue siendo débil, y así se refleja en las diferentes mediciones que regularmente hacen organizaciones serias.

El otro elemento a destacar en el desprestigio de la política es la escasez y la degradación  de liderazgos producto de la entronización de grupos caudillistas poderosos en las cúpulas de los partidos políticos, que no ha permitido un necesario y urgente relevo generacional, no solo de líderes, sino también de pensamiento y propuesta.

Es lamentable que a nivel de líderes políticos”, el discurso se queda solo en aspectos coyunturales y no trasciende a planteamientos de Estado consistentes y acorde con los grandes compromisos nacionales e internacionales.

Acudimos en breve a un proceso electoral en el que la agenda está marcada por la zozobra, la violencia, la descalificación y el enfrentamiento, de nuevo la campaña está lejos de convertirse en un verdadero espacio para el debate propositivo, los ejecutores de la política retomaron el camino de la simplicidad  y el sectarismo, enfocados a criticar en otros lo que ellos mismos practican, los intereses personales y de partido prevalecen una vez más sobre el interés general.

Es imperativo entonces, que sectores ajenos a la política tradicional, vayan encontrando oportunidades para establecer una agenda precisa alrededor de los procesos de transformación estatal, entre ellos los que tienen que ver con problemas de urgente atención, como el deterioro en educación y salud, la crisis de inseguridad, la reforma al sistema de justicia, la reducción de la pobreza o el desarrollo humano para citar algunos.

En la misma dirección deben ir enfocados los esfuerzos de la sociedad civil y otros grupos organizados, a fin de presionar por soluciones sostenibles, realizables, concretas, con visión de nación, pero sobre todo, ejecutadas por personas honestas y transparentes.

En conclusión, las elecciones generales de noviembre son trascendentales, no se trata solamente de escoger un nuevo gobierno, sino de exigir una nueva forma de gobernar, no se buscan nuevos gobernantes, sino servidores dedicados por entero al país por sobre sus intereses personales y partidarios.

@aldoro/alromero@hotmail.com

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