En la última década Honduras dejó de ser el paso de la droga para convertirse en productor y eso ha vuelto más accesibles las sustancias prohibidas para los jóvenes, especialmente los que tienen entre 14 y 29 años, según el Instituto Hondureño para la Prevención del Alcoholismo, Drogadicción y Farmacodependencia (Ihadfa). 

El daño directo a la salud no es el único riesgo del abuso del alcohol y otras drogas. También la violencia, accidentes, homicidios, problemas sociales y de salud mental. El último boletín del Instituto Universitario en Democracia, Paz y Seguridad (IUDPAS) reporta que estos eventos representan el 26% del total de las muertes en el país. 

Los organismos de seguridad registran fallecimientos por intoxicación, accidentes de tránsito y homicidios. El consumo de sustancias prohibidas es recurrente.

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“Esto se ve reflejado en las atenciones diarias que se reportan en los centros donde los padres de familia llegan regularmente en busca de ayuda por la adicción de drogas y alcohol de sus hijos adolescentes”, expone Fedra Nadime Thiebaud, directora del Ihadfa. 

Solo en el Centro Integral de Adicciones, por cada 100 pacientes, 72 son hombres y 28 son mujeres. De ellos, la mayoría son jóvenes de 14 años con problemas de adicción a las drogas.

El consumo y abuso alcanza especialmente a la zona urbana, donde la población es mayor a los 2 millones de jóvenes, con edades que rondan de 14 a 29 años, según el Instituto Nacional de Estadísticas (INE). 

Dentro de este rango de edades hay un alto porcentaje de menores de edad que cada fin de semana visita bares y discotecas, donde a menudo recurren al alcohol y drogas que convergen estrechamente a la conducta sexual.

Si bien es cierto hay un marco regulador que prohíbe la presencia de menores en lugares donde venden bebidas alcohólicas y drogas, son pocos los bares y las discotecas que cumplen la norma. 

Un escape peligroso desde la opinión de un “dealer”

Después del confinamiento, han sido precisamente los adolescentes quienes han llenado los centros nocturnos en busca de un escape al encierro y ya una vez en las discos o en los bares, las drogas forman parte del menú, exclama Saúl Rodríguez, un vendedor minorista de drogas ilegales en bares y discotecas de Tegucigalpa, conocidos como “dealer”. 

A quien le hemos cambiado el nombre por motivos de seguridad. Saúl ha trabajado por muchos años en centros nocturnos, ya sea en el bulevar Morazán o Juan Pablo Segundo.

Se instala en la entrada principal de bares y discotecas y desde allí coordina la distribución con la ayuda de otros vendedores que se integran a los grupos de jóvenes que están en las barras o en la pista de baile con el único objetivo de vender los estupefacientes.

RECOMENDACIONES:

  • No aceptar bebidas de personas extrañas.
  • No perder de vista la bebida. 
  • Al ir al baño terminar o llevar la bebida. 
  • Si la bebida tiene otro aroma o color, es mejor no consumirla.
  • Para pasarla bien, es preferible beber con moderación y evitar los excesos.
Foto referencial. Shutterstock.

Distribuidores, consumidores y abusadores sexuales 

Lo que comienza como una noche de diversión, ya al calor de los tragos y la combinación de algunas pastillas, podría terminar en una amarga experiencia de vida. Tal es el caso de Diana Rodríguez, quien salió junto a dos amigas a celebrar su cumpleaños número 18 a una discoteca popular en San Pedro Sula y terminó siendo abusada sexualmente. 

“Yo estaba con mis amigas tomando unas cervezas, se acercó un mesero con tres bebidas que un hombre nos enviaba y decidimos aceptarlas. Luego, el hombre se acercó a nuestra mesa, a simple vista se miraba atento. Por eso decidimos que se sentara junto a nosotras", relata la víctima.

“Durante esa noche se acercaron otros jóvenes más para bailar con mis amigas. De repente, mientras ellas disfrutaban en la pista de baile, yo comencé a sentirme mareada y el hombre que me acompañaba me dijo que saliéramos a respirar aire al estacionamiento de la disco. Salí, pero comencé a sentirme peor hasta que me llevó a su carro, donde me violó”. 

A la mañana siguiente, consciente del abuso que había sufrido, corrió en busca de la “pastilla del día después” para evitar un embarazo y en lugar de acudir a la policía, se reunió con sus amigas para recordar lo sucedido. 

Tardó dos semanas en contarle a sus padres, quienes la obligaron a interponer la denuncia ante los órganos competentes. Como resultado de esta denuncia, agentes de investigación de los delitos contra la libertad sexual, identificaron algunos bares y discotecas de San Pedro Sula, donde se reconfirmaron acciones consideradas ilícitas y vinculadas al delito de trata de personas en distintas modalidades durante la operación Némesis VI. 

Mientras, Diana, nombre que le hemos dado a nuestra fuente para proteger su identidad, se convirtió en testigo protegido del Ministerio Público con la esperanza de lograr desmantelar unas pocas redes que operan en los centros nocturnos.

Un negocio rentable y sin escrúpulos. Es evidente que estas redes criminales no operan sin respaldo de las autoridades, reveló a tunota el “dealer”

Es más, continuó, “los uniformados están encargados de vigilar los centros nocturnos a cambio de un salario que proviene de las ganancias de la venta de drogas”.

“Hay una radiopatrulla asignada diariamente que ronda las zonas vivas de la capital. A través del radiotransmisor los agentes se comunican e informan sobre los operativos que se desarrollan durante la noche. 

El agente contratado por el crimen organizado se conecta a la frecuencia para recibir la señal, toma los datos y envía la información a los distribuidores de droga”, describe el testigo. Otros utilizan un sistema diferente para repartir sus mercancías y evitar enfrentarse a la justicia. Se trata del “servicio a domicilio". 

Los proveedores exigen a sus clientes descargar la aplicación Telegram, debido al cifrado de mensajes secretos y así ponerse en contacto con la red de repartidores que está detrás de este servicio exclusivo sin dejar evidencias.

“La inversión semanal es de L86 mil para obtener un promedio de L150 mil tras la venta total; aunque a veces puede ser más, como en todo negocio. Hay días buenos y días malos, y para mover la mercancía yo trabajo a diario”, cuenta Saúl.

Hoy el negocio de los “dealer” continúa prosperando. La cocaína, dependiendo de los gramos, tiene un valor de L200, L500 y hasta L1,000. 

La piedra cuesta entre L50 y L100, y las pastillas pueden alcanzar un costo de L500 - según la píldora que se consiga, ya sea metanfetamina o éxtasis. No obstante, hay “dealers” que pueden ganar mucho más porque estafan a sus clientes al mezclar las pastillas con maicena o harina.

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