Más de la misma política destructiva
Por décadas, los hondureños seguimos recibiendo los mismos mensajes demagógicos, las mismas acciones egoístas y los mismos intereses de grupo de la clase política
En enero de 1966, el prestigiado periodista, poeta, historiador, ensayista y académico hondureño, Medardo Mejía (1907-1981), publicó en la sección de editoriales de la Revista Ariel —fundada por Froylán Turcios y retomada por Mejía en la década de 1970—, un texto titulado ¿Y en este año qué?, en el que hacía un llamado a la clase política a invertir sus capacidades en beneficio del país y dejar de lado los tradicionales y áridos enfrentamientos.
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Dejemos lo internacional, que tan complicado es, y vamos a lo nacional, que está en las manos de tríos y troyanos del país, comienza el artículo en mención. En este año de 1966, ¿qué vamos a hacer?, ¿continuaremos en la función destructora de la Republica?, ¿insistiremos en exhibirnos como horda cavernaria o, por el contrario, todos, sin excepción, nos volveremos a la civilización y la cultura?, ¿todos trataremos de honrar a Honduras según las capacidades de cada quién? Preguntó el autor.
La Revista Ariel —prosigue— hace un llamado a los hondureños para que se conduzcan por mejor camino, para que hagan de Honduras una república democrática y respetable, para que gobernantes y gobernados acaten la Constitución y las demás leyes, para que sean, en fin, ciudadanos magníficos de la patria que les tocó en suerte, ciudadanos de América y ciudadanos del mundo. Decimos del mundo porque esto se expresa en los grandes organismos internacionales de paz, justicia, progreso y cultura a que pertenecemos, concluyó.
Más de medio siglo después, esas preguntas planteadas por Medardo Mejía siguen vigentes. Por décadas, los hondureños seguimos recibiendo los mismos mensajes demagógicos, las mismas acciones egoístas y los mismos intereses de grupo de la clase política. Nada ha sido para el beneficio del país y su gente.
La política ha venido en deterioro por las estrategias populistas, incoherentes e irregulares basadas en el engaño, la mentira y la manipulación que han sido utilizadas por quienes encontraron en esta actividad la oportunidad de cambiar su nivel de vida, incrementar sus capitales y hacer negocios con el Estado para beneficiar a grupos específicos.
Con muy raras expresiones (porque las hay) no es una novedad que nuestra sociedad ha sido gobernada por políticos promedio; de esos que rara vez dejan marcas positivas que puedan ser imitadas por sus sucesores o recordadas por los ciudadanos. Son políticos mal asesorados por amigos cercanos y oportunistas quienes, encantados con el poder, les han hecho creer que el país no podrá avanzar si no es gobernado por ellos.
Cuán vigente, reflexivo y directo sigue siendo el mensaje del maestro Medardo Mejía. Es una pena que por décadas la respuesta haya sido siempre la misma: Sí a intereses particulares y de partido, y No a los de la gente. Así son los políticos en Honduras; les gusta gobernar, pero no están dispuestos a ser gobernados, toman decisiones, pero no admiten consejo, aman el poder, pero se niegan a ejercerlo con madurez y sensatez.
La política no puede estancarse tanto tiempo en una indiferencia con nula o escasa reacción de los tríos y troyanos del país ante las principales demandas sociales.
Es imperativo que sectores ajenos al proselitismo tradicional vayan encontrando espacios para establecer una agenda de propuestas sostenibles, realizables, precisas, con visión de Estado y ejecutadas por personas honestas y transparentes.
@aldoro/aldoromerohn@gmail.com
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