En las justas del 28 de noviembre de 2021, la mayoría de los hondureños votó por la propuesta de la alianza Libre-Salvador Honduras de rescatar el Estado de Derecho, combatir la corrupción y, en suma, enrumbar al país hacia el progreso.

Ha sido el principal asesor presidencial y exgobernante, Manuel Zelaya Rosales, no la presidente Xiomara Castro, quien ha declarado la ruptura del acuerdo suscrito un mes antes de los comicios generales para alcanzar el poder.

El defenestrado exmandatario ha proclamado lo que ya sabíamos todos: el acuerdo político terminaría por desbaratarse pronto a causa del reclamo de espacios de decisión y protagonismo por parte de Nasralla, y por efecto de los juegos más inclinados a la politiquería del destituido exmandatario.

Era previsible que el entendimiento alcanzado de cara a los comicios de noviembre del año pasado, no iba a tener largo aliento, porque tuvo su génesis en un “yugo desigual”: una agenda de Libre, marcada por la ideología de izquierda, y un planteamiento político inmaduro de una recién creada institución partidaria.

En menos de nueve meses después de la toma de posesión, las punzadas recíprocas entre Zelaya Rosales y Nasralla fueron en aumento, a cuales más escandalosas y denigrantes.

Pasaron de las acusaciones del designado de haber sido relegado en sus propuestas a la problemática del país, hasta las ofensas espetadas por el exgobernante, quien imputó al presentador de la televisión de ser consumidor de drogas y éste le tildó de tener lazos con el narcotráfico.

Lo reprensible es que la fractura del vínculo entre Libre y Salvador Honduras desvía la atención de los problemas de mayor gravedad en los sectores salud, educación, seguridad, bienestar social y desarrollo económico.

Honduras está abstraído por la anarquía, sin rumbo y en la línea de la ingobernabilidad. De ello son culpables todos los “aliados” que asumieron el poder en enero de 2022; sin embargo, una responsabilidad muy grande de lo que ocurre en este país convulso la tiene el exgobernante y asesor principal de la Presidencia.

Es Zelaya Rosales quien -de hecho, efectivo- ha tomado funciones de la presidente Castro, generado anarquía, entablado mediaciones improcedentes y sembrado la semilla de la ingobernabilidad en Honduras.

Porque la señora Castro, a quien la mayoría de los hondureños eligió para ser Presidente en 2021, no parece ser quien tiene las riendas del país.

Al final, la historia va a recoger que este Gobierno no está actuando en consonancia con la administración del Estado de Honduras, una gobernabilidad fuerte y una conciliación sólida para sacar al país de la hondonada.

No deben ser antepuestas las ambiciones desmedidas de grupos de poder a la necesidad de consensuar una visión de país y un plan de nación. ¡Desgracia y causa del colapso de Honduras son los primitivos políticos que han estado y están a cargo de nuestra hibueras!